sábado, 25 de diciembre de 2010

Feliz falsedad, feliz soledad

Me apasionan estos días de increíble amor fraternal en los que nos esforzamos tanto por hacer algo distinto a los trescientos y pico días anteriores: disimular.

No, no se trata del típico disimulo de quien se sabe culpable de haberse tirado un pedo en un ascensor delante de sus vecinos, sino de ocultar todos los malos humores y aparcar los critiqueos durante un rato. Se trata de divertirse buscando metáforas que nadie entiende para no quedar demasiado mal y que sólo parezca que tu caché de borde ha subido en los últimos doce meses. En la mayoría de los casos abres la puerta respirando profundamente y suplicas a los infiernos que alguna catástrofe natural te libre de los minutos de saludos y alabanzas, de los cómo estás y de los cuánto tiempo. Sí, mucho tiempo, un año exactamente.

Después vienen esas bonitas postales de brindis varios, pero eso sí, sólo con una mano. Con la otra sostenemos escondida en la espalda una Magnum del 44 lista para disparar el veneno acumulado en los últimos doce meses. Un simple disparo puede acabar con una familia entera en la página de sucesos, justo al lado de los esperanzadores mensajes navideños de presidentes, reyes o gobierna-nadas varios.

Hablando de mensajes. Cómo no, hay que estar pendiente del móvil y de las redes, para ser educado y devolver las felicitaciones advenedizas. Las hay de una originalidad mastodóntica, de rimas temblorosas y de completa innecesariedad. También está el que amenaza con retirarle la palabra a quien no le devuelva el mensaje. Joder, qué gran favor me haces. Si lo llego a saber antes...

Prefiero las llamadas alegres y las respuestas frías, aunque luego la reprimenda por mi negatividad sea escandalosa. Y también innecesaria, o crees que voy a hacerte caso? Algunas de estas llamadas son las que te llevan en algún que otro momento a arrancar el cable del teléfono en cuanto entras en casa y permanecer oculto en la sombra hasta que se te pasa el siroco. Las llamadas siguen ahí, pero por suerte, hay quien coge el mensaje y se acaba largando a dar por el culo a otros lares.

Ah! Y las felicitaciones escritas en forma de díptico en el buzón, eso sí que no tiene pérdida. Pretendes olvidar la mala hostia de todo este tiempo y arreglar los problemas con un feliz deseo? De verdad? Y porqué no lo haces el resto del año, payaso? Si realmente puedo elegir cuándo ser más o menos cabrón, no voy a reprimirme estos días porque haya una tregua ficticia de la que todos estamos esperando salir y gritar aliviados que volvemos a estar como antes. Cada uno con lo suyo. Y fin. Feliz falsedad.

Ya puestos a soltar lastre, quiero mandar desde aquí un breve mensaje a Melchor, Gaspar, Baltasar, Papá Noel, Ratoncito Pérez, Uvas de la suerte, Cupido y hacedores de deseos varios. Lo que os pedí el año pasado me lo trajisteis por duplicado, sí, pero defectuoso en ambos casos. Creo que debían estar mal ensamblados, fabricados en China, o sencillamente, con piezas de menos. Puede que faltaran los tornillos que regulan el sentido común. Empiezo a dudar entre pediros algo este año o mandaros a tomar por el culo, aunque seguramente será lo segundo. No os culpo del todo, seguro que estáis muy ajetreados. No me culpéis del todo, perdí la ilusión hace ya mucho tiempo.

Ahora te toca a ti. Sólo tenía un deseo a cortísimo plazo. Un único puñetero deseo. Y me lo jodiste dos veces. No sé qué tal te sienta, pero intuyo que te da igual. A mi también, la verdad, porque en realidad salgo ganando yo.

Porque yo sí que me quedo conmigo.

Feliz soledad.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Miedo (a S.)

Andamos masticando la tragedia en cada bocado de realidad que nos encontramos, justo después de perder de vista la percepción que nos mantiene equivocados.

Buscamos la ilusión desesperada en lugares inundados de placebos con sabor a mandarina, los mismos que nos llevan a pulsar un incesante control z. Exasperados, empezamos de cero. Otra vez. Lista vacía, totalmente en blanco. Un nuevo inicio desde la nada, sólo que con mucha más malicia, y muchísimo menos corazón.

Pero tampoco cedemos en la lucha por hallar lo que tantas veces llamamos normal, sin habernos tomado la molestia de definir normalidad. No existe, sólo es una adaptación actualizada de un deseo de año nuevo de un quinceañero que ha visto demasiadas películas. Que ha escuchado demasiados te quieros vacíos, cada vez más difíciles de creer. Son los mismos que triplican el valor del depósito de cariño de uno mismo, ese que ya casi no das a nadie por miedo a que lo destrocen en un millón de pedazos. Y luego convierte en inenarrables aquellos conocidos sentimientos que ya no quieres volver a soltar. Desconfías, pero te lanzas igualmente a brindar por el viejo conocido quien sabe. Y en tu triste despertar únicamente te encuentras con unas sábanas calientes y arrugadas por un hueco de aire frío que emigró al despuntar el alba. Te das un baño con las lágrimas que te quedan sin soltar y te preguntas si te dará tiempo a olvidar antes de volver a empezar, o si todo se irá acumulando hasta que no puedas más y no te atrevas ni a salir al balcón a airear la tristeza. El arresto domiciliario tampoco te servirá, lo sé por experiencia. Seguir igual, puede que tampoco. De esto no puedo hablarte tanto. Es una asignatura que yo mismo sigo suspendiendo.

Por otro lado, ya sabes lo que pienso, no dejo de repetírtelo. En el fondo, creo que también lo digo en voz alta para ver si, escuchándolo, me doy yo también por aludido. No somos como otras gentes vulgares que vienen y se van. Somos únicos en un universo de personas que no desisten en recordarnos que no estamos solos, y tal vez lo mejor que podemos hacer es darle un empujón a quien se ponga delante en ese afán por mantenernos aislados de nuestra propia felicidad, esa que no podemos ver porque siempre insisten en escondernos la verdad dándonos la vuelta de un manotazo. Dale tu misma la vuelta a tus fantasmas. Si les quitas la sábana, ellos se quedan en nada y tu tienes con qué taparte. Que les den.

Te devuelvo prestado algo que me dijiste hace unos días. Un tu vales mucho más que todo esto que me llevó a intentar sacar algo de provecho - aunque sea momentáneo - de los males, cada vez menores, que azotan mi existencia.

Hazlo. No te preocupes más por la prisa de encontrar lo que te está esperando. El destino siempre está un paso por delante nuestro, si no, no se llamaría así. Se llamaría trayecto.

Así que disfruta del viaje. Tómate algo, mira por la ventanilla y vomita en el lavabo si te mareas.

Pero insisto. Disfruta.

La vida es para vivirla.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Comodidad

Arrancado de la paz por un extraño sentimiento. Extrañado. Sorprendido. Aletargado y descolocado, sin saber donde te encuentras, pero con esa extraña sensación de que va a pasar algo. De que la guerra está preparada para ver la tenue luz de la noche.

Tu cabeza dicta unas premisas que el sentido común te obliga a cumplir. Tu corazón interrumpe el orden establecido con un golpe de estado que revoluciona todo tu cuerpo. Tu juicio resiste, pero el corazón es más fuerte. El estómago se esfuerza en ser visceral y se alía con la mente en un vano intento de resistencia ante el insurrecto músculo que se siente fuerte en cada latido y lleva la sangre a ebullición hasta que la sientes navegando por las venas a punto de estallar. La sensatez suplica por un ápice de orden en la anárquica sublevación de unos sentimientos que acaban por invadir todos los territorios neutrales. La resistencia intenta hacerse fuerte, lanzando mensajes de esperanza a una población que ya ha claudicado ante la fuerza imparable de la rebelión.

Rezas por un mensaje tranquilizador que no llega y gimes en la cama como un niño al que no han arropado y clama por una pizca de justicia. Te levantas otra vez y vuelves a caer, postrado de rodillas ante el ciclón de una revuelta que sigue su triunfal marcha pavoneándose por haber vuelto a vencer en la batalla.

Bandera blanca. Fin de la guerra. Prisioneros de guerra, encerrados a pan y agua por haber tratado de ser lógicos y convencer con pequeñas dosis de cordura a la incorregible vorágine de sentimientos despilfarrados por un corazón que quiere seguir teniendo su comodidad asegurada. A interés fijo.

La condena parece eterna. Cualquier atisbo de realidad se torna gris ficción en un cielo cerrado por la tormenta que está al caer.

Ya ha empezado.

Ya caen las primeras gotas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Empieza por A

Cuatro letras. Una pista: empieza por A. Valor real del premio: la humanidad lo desconoce. Piensa rápido, hay muchas llamadas al 902 y pueden quitártelo. A riesgo que desaparezca para siempre.

Para pensar estoy yo. Dos noches consecutivas fundido en algo que no esperaba, dos amaneceres bañado en perfumes conocidos que no desaparecen de la memoria ni a golpes. Pero bien. El único desconcertado, sin duda, es el diablo. Yo no. Paso de explicaciones. Como ya he dicho varias veces en las últimas horas, me importa un huevo. O dos.

No te equivoques. No soy un pasota. Pero cuando no hay explicaciones posibles, lo único que queda es tocarle el culo a la vida y seguir caminando, como quien no quiere la cosa. Otra pista: no se piensa, se vive. De hecho, si lo piensas, estás muerto. Que suspense, nadie acierta.

Tienes algún tipo de sentimientos? Claro, que pregunta más estúpida. Somos sentimientos. Es lo único que tenemos que es verdaderamente nuestro, de cada uno. Todos diferentes, eso si. Pueden ser dulces o agrios, fríos, cálidos o extremadamente húmedos. Otra vez así? Pues mira, si. Más pistas? Si alguno de los egocéntricos mentirosos que anhelan el poder prometiera garantizarlo, su mayoría absoluta también estaría garantizada. Aún no? Joder.

Hola, qué tal. Besazo. Abrazo. Besazo. Y así sucesivamente. Suspiros. Respingos. Ansiedad. Al sofá. Se va a quemar la cena. Apagamos el horno y encendemos la hoguera. Sexo salvaje. Más besazos, más abrazos. Algún joder que otro. Algún que fuerte que otro. Más abrazos? Ahora, menos salvaje. Seguimos para bingo. Soplas. Quieres decir algo? No. Tarde, ya lo has dicho sin abrir la boca. Si, has metido la pata, pero no te lo tendré en cuenta. Es hora de levantarse. Pero mejor nos quedamos un rato más, fuera de las sábanas hace frío. Y hay que ser solidarios. Ya lo soy, estoy contribuyendo al calentamiento global. Ven. No, no te suelto, pero tu a mi tampoco. No dices que estás a gusto? Pues el resto, a tomar viento. A quien cojones le importa? Luego hablamos. Bueno. O ya....., cuando.....emmm.... Que sí, que luego hablamos. No pasa nada. Pero seguro que hablamos. Llevamos tiempo haciéndolo, no es nada raro. Yo llevo hablando desde los dos años, y diciendo burradas bordes desde los tres. Que no te sorprenda si te encuentras alguna en el espejo al mirarte los ojos.

Se acaba el tiempo. Tu parada. Últimas llamadas. Nadie? Hay que ver. Espera, tengo un mensaje. Como la lías. Pues si, que quieres que te diga. Forma parte de mi encanto. Por donde iba? Ah, sí. Tu parada. De ti depende. A mi, me da igual. O no te has dado cuenta todavía. Siento ser tan sumamente cabrón, pero es que ya te lo había advertido. Y sigues dándome la razón cada vez que abres la boca. No te sientas mal por eso. Más pistas, venga. Ya lo dije el otro día en las redes. Ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Venga. Que es muy fácil. O muy complicado. Nos desafía, nos quema, nos destruye para luego reírse de lo tontos que somos y resucitarnos de un guantazo sin decirnos si existen razones suficientes para volver a la vida. Nos lleva arriba y abajo, nos dibuja las sonrisas y las borra de un plumazo, metiéndonos miedo en el cuerpo. Luego lo arranca con un brote de pasión descontrolada, con un virus clavado en el centro del pecho para el que no hay vacuna alguna. Nos hace pensar una cosa, decir otra y acabar haciendo ninguna de las dos. Nos despista, nos atrae con sucias tretas, se camufla entre las caras de la gente, empujándonos a dudar de lo que percibimos. Nos acoge y nos desahucia al mismo tiempo. Nos destroza. Y con toda su ironía, nos ayuda a levantarnos.

Pero que idiota eres. Idiota.

Amor.

Se llama Amor.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Corazones de cristal

Sabes, llevo semanas tratando de entender de qué narices va toda esta puta movida. Y ya me doy por vencido. No porque me guste abandonar, sino porque he llegado a la lamentable conclusión que no hay explicación alguna para nada de esto. Ni siquiera te he pedido que me explicaras los porqués de una manera directa, simplemente te he dejado hacer, y apenas me has defraudado. Felicidades por eso. Hubiera preferido una conversación, por corta que fuera, pero con los mensajes me conformo. Y con la ausencia de ellos también. Si, lo sé, no he podido evitar ser yo quien mandara un mensaje de despedida, y tampoco he podido no sentirme culpable con tu escueta respuesta, pero se me ha pasado rápido.

Supongo que en ese corto lapso de tiempo en el que has conseguido -otra vez- darme una estocada, he caído en la cuenta de uno de mis comentarios del día, que seguro has leído, y que seguro has entendido como un ataque de lo más ofensivo hacia tu persona. En primer lugar, permíteme que te informe que me importa tres cojones lo que puedas pensar ahora mismo. A pesar de esto, creo que mi último e innecesario mensaje te habrá aclarado que la ofensa no iba contigo, sino contra alguien cuya hijoputez roza los límites de la comprensión humana. No se qué es lo que hago tan soberanamente mal para tropezarme siempre con alguien dentro del top-ten de los más gilipollas.

En segundo lugar, tu inconmensurable actuación en la escena conmigo -básicamente, las dos conversaciones sentados en tu sofá y derechos en tu recibidor- fue por tu parte digna de un premio a la mímica. ¿Te escribió la replica a mis declaraciones y preguntas el mismo guionista de Pocoyó? Seguro que si, que no te avergüence decirlo. Ahora bien, y con esto espero que entiendas los dos mensajes que te he mandado, quiero que sepas que para mi es importante decir lo que pienso y lo que siento, y que no podía dejar pasar la oportunidad de hacerte saber algunas de las cosas que han pasado por mi cabeza. Yo ya no las quiero, las dije para ti, para que las guardes bien dentro de tu cabeza y recurras a ellas cuando te des cuenta de lo imbécil que has sido. Tampoco pienses que es muy valiente por mi parte decir esto en un blog por donde nunca -o sólo una vez?- te has dignado a pasear, sabiendo que no leerás esto. Pero esto tampoco me importa, porque de un modo u otro, toda esta insufrible parrafada, ya te la había soltado. Para que lo entiendas, cuando le dije a mi buen y gran amigo Miguel que había empezado a publicar mis cosas en internet, él me dijo que estaba muy bien, pero que nunca jamás se me olvidara escribir para mi y sólo para mi, por mucho que pudiera dedicar alguno de mis escritos a alguien, real o imaginario. Pero sobretodo que escribiera para mi. Y eso es lo que hago. Dejar por escrito lo que pienso. Seguramente para recordarlo cuando indudablemente vuelva a tropezar con la misma maldita piedra. Es el sino del ser humano.

Por último, algo que también debes saber, o debo dejar por escrito, es la pasmosa falta de madurez que me has demostrado últimamente. Tengo la suerte de contar con varias Personas (no me he equivocado, lo he puesto en mayúscula conscientemente) que, sin saberlo, me han hecho reflexionar sobre todo esto y lo de más allá. Me han hecho enmudecer en más de una ocasión. Por lo visto, me escuchan cuando les hablo!! Y además, almacenan toda esa información que a veces les vomito en forma de monólogo cuando necesito que se concentren en algo realmente importante y sean capaces de vencerse a sí mismas. Y lo han utilizado en mi contra....para que yo me concentre en lo importante y pueda vencerme a mi mismo. Cojonudo, verdad? Y no sólo esto. Ellas, y muchas otras en estos días grises, me han recordado algo insistentemente: me han dicho que me quieren. Y parece que lo dicen muy seriamente, no como tu. Lo siento. Pero ahora ya no creo ninguna de tus palabras, y mucho menos, esa. Pero desde sus corazones de cristal, ellas, estas personas de las que te hablo, lo han conseguido. Han disipado la borrasca que amenazaba con descargar sobre mi vida, soplando un te quiero, ofreciendo un paseo, una charla, una cerveza, o una simple llamada. Por eso, les mando un enorme GRACIAS desde aquí, y a ti, sólo un triste y minúsculo adiós.

Una curiosidad -una de esas que me dan la razón, supongo que ya me entiendes. Hace un par de días leí en un periódico que la tecnología está haciendo, cada vez más, que nos acostumbremos a ver la vida a través de una pantalla y que ya no nos guste tanto ver la realidad en persona. Pues bien, presta atención.

Cuando veas en una pantalla una de esas películas donde el amor es bonito, donde las personas se enamoran, se quieren, se respetan y, sobretodo, se sienten tan afortunadas por lo que tienen, trata de ser consciente que, para ti, será únicamente una pantalla, sólo una película que acabará en noventa minutos. Seguramente, lamentarás haber rechazado el papel de protagonista. Aunque esto, también ha dejado de importarme.

Yo me quedo con mi papel. Y no quiero un Oscar por él.

Sólo quiero a mi actriz protagonista.

Ya vendrá, tarde o temprano.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Al Sur

Tápate un poco, no? Deja de enseñarme las bragas, o el tipo que te tiene amarrada la cintura va a pensar mal de ti y de mi. Deja de mirarme con ese exceso de lascivia. Y no vuelvas a pasar por delante de mi enseñándome el ombligo. Ya se que estás encantada de conocerte. Yo también.

Se va a poner celoso de tu mirada medio bar. Yo ya lo estoy. Pero de la mano que rebusca entre tus piernas. Como te suba más la falda, te veo el corazón.

Perdón por la pregunta. Porqué huevos no cruzas el río de mesas gobernadas por botellas vacías y te vienes aquí conmigo? Como ves, tengo sitio de sobra y, total, caricia por caricia, ya te las doy yo. Y la mano bajo tu falda - de verdad es una falda? - también te la puedo meter yo. Tengo dos, con cinco dedos cada una, y están deseando conocerte.

Se te acaba el tiempo. Están a punto de cerrar y tu de abrirte. No te lo pienses más. Yo me voy a quedar un rato más. El sofá es cómodo y las copas pesan demasiado como para que el camarero con cara de terrorista libanés tenga narices de echarme. Tranquila, hay confianza. Le digo que nos sirva algo. Pero despídete del clon del príncipe de Cenicienta antes. Dile que ha sido un placer, y que ya te llamará. Le habrás dado el número falso, verdad?

No me mires más. Al menos, no mientras te operan las amígdalas. Déjame. O decídete. Pero no me marees más. Los excesos están haciendo efecto y no respondo de mi mismo.

Tarde. Canción de cierre. Vete con tu premio de consolación.

Yo voy a buscar a otra tú.

viernes, 22 de octubre de 2010

Héroes

Joder. Sabía yo que se me olvidaba algo. Será que llevaba ya muchas noches acostándome a una hora decente sin indecencias que ver ni imprudencias que beber. Será que no lo echaba tanto de menos, o que no necesitaba pasar una noche en vela frente a la pequeñísima pantalla. Será que no me hacia falta el cable de algún héroe que me cableara a mi. Mierda. Con tanto cable suelto, ya me he liado. No me queda otro remedio que volver al redil y esperar.

Lo que espero, no lo se. Ya lo había esperado antes y se fue, por la puerta de atrás, sin una bonita cuenta atrás precediendo a la explosión. Tampoco se qué esperaba. Nada, lo de siempre, seguramente. Lo triste es que se aparcan conversaciones que no deberían quedarse en la cuneta por nada. Por suerte, algunas vuelven en forma de héroe para soltarte una bofetada y hacerte regresar al mundo de los vivos. Y convertirte de nuevo en otro héroe, dispuesto a sustituir a los que ya han caído. En los tiempos que corren, no son pocos los que se han ido. Lo malo es que tampoco hay muchos dispuestos a aceptar ese cargo. Supongo que es una cuestión de cansancio o aburrimiento, porque la verdad es que no se que decir. De hecho, ya me da igual.

Porque cuando los héroes han muerto, sólo queda una opción.

Poner los pies en la ventana y prepararse para saltar.

Y volar.

sábado, 10 de julio de 2010

Huir

Promesas depreciadas, tratos incumplidos, memorias que no recuerdan más que lo que olvidan. Vínculos invisibles que se extienden sobre los seres insomnes que viajan por la vida ligeros de equipaje, mirando atrás, esperando huir. Y en el ojo del huracán, tu.

Monstruos de papel, luces de neón, la sombra de una duda planeando sobre mi maltrecha conciencia. Y escondida entre la nube de ceniza que quedó tras el incendio, tu.

Horas malditas de insomnio, comida a medio hacer, bebidas en mal estado que te tuercen la cabeza al despertar a mediodía de un sopor insoportable. Amanecer a media tarde, con ganas de manzanas, siempre envenenadas, y reflejada en el espejo, tu.

El sudor por mi espalda, la cama vacía, mi cabeza a reventar, la bañera pierde agua, la ciudad, habitantes. Buceando en mi interior, tu.

Huida a simple vista, refugiada en un tejado, cuidado que te caes. Te lo dije. Estampada contra el suelo, tu.

lunes, 21 de junio de 2010

De vuelta a casa

Hola cariño. Ya estoy en casa. Siento haber tardado tanto, pero ya sabes como son estas cosas. Agradecimientos, besos, abrazos, hasta prontos y más agradecimientos. Y mientras, yo pensando sólo en ti.

Al llegar no he querido despertarte y me he reservado el beso que te venía guardando desde esta mañana. En vez de eso, he preferido sentarme en el suelo, junto a la cama, para poder ver como duermes, tranquila, acurrucada en tu rincón. Me gusta ver cómo la luz del alba madrugadora se cuela por las rendijas de la persiana y se posa en tu cuerpo, desnudo bajo la sábana.

Te das la vuelta, se mueven tus piernas y tus brazos tantean instintivamente el vacío a tu lado. Sonrío. Estoy aquí. Aunque tu no lo sepas. El movimiento descubre tu espalda morena, bañada sólo por la caricia de tu melena. Tu mano se acerca a tu cara y acuna a tus labios suaves y tiernos. Dulces al besarlos. Amargos al echarlos de menos.

Un escalofrío recorre tu cuerpo de pies a cabeza. El intento de taparte fracasa y deja tu cuerpo más al descubierto, a la vista de cualquiera. Pero sólo soy yo el que observa y el que ahora sucumbe ante la irresistible tentación de acercarme y taparte o besarte. Lo hago tan lentamente que tu cuerpo se estremece y se encoje, cobijado por el calor de mi cercanía. Quiero tumbarme a tu lado, pero sigo temiendo turbar tu dulce sueño. Vuelvo a fracasar. Abandono mi ropa en el suelo y me acerco a ti. Reconfortada, posas tu mano en mi pecho y sueltas un suspiro. Tus labios rozan mi hombro. Noto su calidez y respiro hondo, cerrando mis ojos cansados, haciendo recuento de las veces que he pensado hoy en este momento. Me sale infinito y se me escapa una sonrisa. Mi cuerpo se apaga y no quiero. Me resisto y lucho contra todo para alargar esta pausa y seguir disfrutando. Sé que al final caeré.

También sé que, cuando despiertes, sonreirás con los ojos entreabiertos y pasearás tu mano por mi pelo. No me daré cuenta, pero tu seguirás haciéndolo. Sin prisa. Me lanzarás un te quiero susurrado al oído, consciente de que estaré muy lejos, pero muy cerca a la vez. Te preguntarás si te he oído. Por si acaso, te acercarás y descansarás un rato más abrazada a mi cuerpo inerte. Desearás que despierte para oír mi voz diciéndote hola. Como fue, preguntarás. Te eché de menos, contestaré.

Hazme un favor.

Vuelve a dormir.

Cuando despierte, quiero que estés junto a mi.

miércoles, 16 de junio de 2010

Pasaba por aquí

Perdón. Pasaba por aquí y me ha apetecido decir algo, aunque sea poco. No quisiera entretenerte a estas horas. Llevo todo el día hablando, y parte de la noche también, ya me duele la garganta y empiezo a estar cansado y con dolor de cabeza. No, no es el whisky, solo ha sido uno y corto. El exceso de hoy han sido los cafés y algún que otro ataque de huevos. Pero llevo tres días pensando en lo que eché de menos la otra noche tener a mano el ordenador, el bloc o, sencillamente, un pedazo de papel.

La verdad es que ahora me parece indescriptible el rato que pasé tumbado en la arena junto al trípode y la cámara disparando fotos que, al volver a ver, me parecen sacadas de un cuento. Arena, aire fresco del mar y, como no, el sonido incesante de las olas. Como suba la marea un poco más, pensé, voy a tener que echar a correr. Evidentemente, tuve que levantarme con urgencia, agarrar la cámara y saltar hacia atrás. Pero sigo viendo las estrellas y la arena. Sigo oyendo el sonido de las piedras arrastradas por el mar. Sigo oliendo la humedad salada en el aire. Una noche mágica, pensarás. No fue ni una noche, solo un rato. Suficiente.

Me pregunto cuanto tiempo me va a durar esta resaca. Desearía que no acabara nunca, aunque se que es difícil. El recuerdo será sustituido por otro, espero que mejor. Para peor, ya están los telediarios y los periódicos. Tener una docena de fotografías ayudará a conservarlo. Haberlo explicado en voz alta, también. Por aquello de oírlo decir. También puedo intentar evitar que alguien me joda este recuerdo con cualquier tipo de crítica destructiva sobre mis comportamientos o decisiones. Es algo mío, y le tengo aprecio. A ratos, la verdad, me da igual.

A otros ratos, creo que también.

Pero yo solo pasaba por aquí.

Y no quería entretenerte.

lunes, 7 de junio de 2010

Monstruos

O diablos. Cada cual tiene los suyos. Los niños los sufren cuando convierten sus dulces sueños en amargas pesadillas. Los menos niños, cuando sus pesadillas tornan sus vidas en un infierno de pulso acelerado y carreteras inacabables rumbo a ninguna parte. Lo reconozco. Mi último monstruo acabó torturando a alguien por simple aburrimiento sin que mi otro yo, el del sueño, pudiera hacer nada por evitarlo. Joder, pensé, para esto mejor no duermo.

Los pilares que sostienen tu existencia son capaces de arrancarte el alma desde dentro de tu corazón, sofocando tus gritos de dolor y convirtiéndolo en un aullido inaudible, ahogado en su propio llanto. Los fantasmas se pasean escondidos tras espaldas bañadas en mentiras, abriendo los ojos tanto que absorben toda la luz que gira a su alrededor, dejándote sumido en la penumbra de tus recuerdos olvidados.

Cierro la puerta y se hace la luz, durante un rato. Me aburro de hablar solo. Cada noche la misma programación absurda tras el prisma de una botella medio vacía y un cenicero que no deja de humear, mientras me desvanezco y los monstruos toman posesión del territorio desértico en el que habito y que abandono sin atrición.

Va a pasar algo. Seguro. Preparan una invasión sin preaviso; ya están bajando los interruptores y ultimando los detalles. Tienen las barricadas listas, una cárcel sin barrotes de la que no se puede huir y tenedores de plástico clavados en tu espalda, señalando a la víctima que está por llegar. Tu infierno particular, articulado a tu manera, con todas las incomodidades de serie y posibilidad de pagar a plazos, gastos de escritura incluidos.

Sin escape, derribado, agotado y sin aliento. Y con un corazón disfrazado de superhéroe en horas bajas que se anima solo los días pares para salvar unas barreras autoinfligidas que no siempre puedes saltar. Y que muy a menudo te dan en la cara y te parten en dos. Ya dividido, te enfrentas a dos caminos paralelos con diferentes paisajes y un análogo final: comprender. Llegados a este punto, puedes, tranquilo, dar con tus huesos en el duro asfalto, estar agradecido por no estar más muerto y levantarte, para seguir buscando.

Si lo haces bien, siempre puedes encontrar un pedazo de cielo en la tierra.

Y algún que otro ángel.

viernes, 4 de junio de 2010

No. No puedo. Soy incapaz. O a lo mejor es que soy adicto, o sufro algún tipo de trastorno de múltiple personalidad. Pero el caso es que no puedo dejarlo. Sé que dije adiós, tal vez porque necesitaba volver a empezar. Y al día siguiente tenía ya ganas de decir que no. Que no me da la gana.

Cierto que un adiós no significa hasta luego. Tampoco es una excusa para batir ningún estúpido récord de visitas a este, mi rincón en el mundo. Ni tan siquiera una triste manera de llamar la atención. Estaba convencido de irme. Y he fracasado. Es un alivio. Realmente, necesito poder levantarme de la cama y volver a aporrear las teclas. Tiene que ser aquí, no en otro sitio. Porque este es mio. Lo decoré a mi antojo con los saldos que encontré en las rebajas, y he ido cambiando alguna bombilla, cuadros con fotos que no me hacen falta por otras que sí, y ya está. Lo que hacía falta era una mano de pintura, una alfombra nueva y alguna que otra llamada inquisidora de quienes se han aficionado no sólo a escucharme sino también a leerme. Que no se equivoque nadie. La decisión estaba tomada, y me había ido. Pero lo necesito. Me hace falta. Me haces falta.

Tenía muchas preguntas, y he encontrado respuestas para elegir. Y me alegra el reto de encontrar más preguntas. Qué es la vida, si no una búsqueda constante de preguntas con las que mantenerte entretenido. Si me soy sincero y me pregunto qué fue lo que me hizo cambiar de opinión, pues fue un abrazo. Uno por el que me tuve que agachar. Por el que me tuve que esforzar en entender qué decía. No te vayas. Al final lo entendí, claro. Lo vi todo un poquito más claro, o menos oscuro. Luego, las matemáticas hicieron su trabajo y me demostraron que no siempre uno más uno son dos. A veces es solo uno. Otras, son muchos más.

Entiendo que debía decir adiós. A qué o a quien, pero adiós. Ya está. Y vuelvo a empezar. Han pasado días, que creía que serían meses, pero sigo aquí. No he vuelto. En realidad, nunca me fui del todo. Habría sido una estupidez y no me habría servido de nada huir. En cambio, me he dedicado a aprender. Observar, escuchar y responder. A ver hacia dónde me lleva esta vez la partida de ajedrez que supone mi existencia. Si pierdo, gano o quedo en tablas, me da igual. Solo hay una cosa que tengo clara a estas horas.

Voy a pasármelo bien.

Juegas?

lunes, 24 de mayo de 2010

Adiós

Venía diciéndolo. Soy un falso. Me aprovecho de las ventajas de escribir en un papel cuando el cuerpo me lo pide y publicarlo cuando me da la gana, o dejarlo en el olvido. Seguramente ha sido el azar, ese en el que no creo, el que ha querido que hoy se cumpla un mes exacto desde que me levanté de la cama y empecé a escribir como nunca.

Nací en martes, el 28 de Septiembre de 1976. Me llamaron Javier y no Xavier, porque en aquel entonces aún había cierta alergia a los nombres catalanes por parte de quien hacía los registros civiles. Al poco de nacer me fui a vivir con mis padres, y cuando ya tenía superada la fase de incontinencia, empecé a ir a una guardería de la que, treinta años después, aún conservo el olor y el color. Y los tirones que me daba en el pelo el marco de la pizarra cuando me castigaban y empotraba el morro en aquel rincón. Cuando ya me había acostumbrado a perder pelo, me sacaron de allí y me llevaron a otro sitio; fui aprobando cursos, disfrutando de una primaria normal, a pesar de alguna que otra gilipollez que aún me avergüenza en la memoria. Pasé sin pena ni gloria por el instituto, me llevé mis primeras hostias - creo que no hace falta especificar más - y llegué a la universidad. Lo típico. Clases, mujeres y drogas mezcladas con alcohol.

Entonces, ya daba clases. Y hacía fotos. Y tocaba música. Lo sigo haciendo, tanto tiempo después. Son dieciséis años de los que, ahora mismo, no tengo ningún recuerdo bueno guardado en la memoria. No consta. Igual, si me esfuerzo, sale alguno. Pero seguro que es solo sobre esas tres actividades. Nada más. Parece que hoy esté más triste que de costumbre. Lo estoy. Porque lo han matado. Tanto tiempo buscando, para encontrarlo y perderlo en tan poco. Igual solo era un holograma. Debe ser un mito. No puede ser que exista. Que estupidez.

No se en qué momento exacto me dio por colocarme y escribir. Dicho así, debo parecer un monstruo abominable. Corrijo. No se en qué momento, colocado, me dio por escribir. Supongo que cuando me di cuenta de que necesitaba un interlocutor para seguir la conversación, que no se cansara de escuchar, o que no se quisiera tanto, o qué se yo. Cogí un bloc y mi pluma, y escribí. Miles, millones de palabras han caído desde entonces. En todos los blocs que me han acompañado en el camino. Y con la llegada de la tecnología, en documentos de texto. Y luego, este sitio. Porqué no, pensé. Me divertía la idea. Joder, cuanta conexión de golpe: correo instantáneo, blogs, redes sociales. Alguien sin cara con quien hablar sin abrir la boca. Un paraíso. El edén. Y una mierda.

Nada es necesario. A menos de que quieras entrar en un club donde abunden las mentiras. Lo siento, pero sigo preguntándome si con quien estoy hablando está realmente ahí o es otra persona. Persona. Bonita palabra. Las personas tienen que verse la cara. No basta con leernos o escucharnos. Yo necesito una cara. Aunque lo que vea no me guste o, peor aún, me destroce por dentro. Aunque me traiga a la cabeza ideas absurdas, las convierta en idiotas pesadillas para luego convertirse en realidad. Que putada. Es verdad que los sueños se convierten en realidad, doy fe. Los malos también. Y estas últimas siete noches han sido pesadillas constantes. Incomodidades, carnicerías psicóticas, miedos, pena, dolor, y luego, despertar. Creo que estaba mejor con el insomnio. Porque así, no despiertas habiendo vivido ya lo que está por venir, y puedes mostrar un poco de sorpresa cuando todo se muestra tal cual es. Vaya mierda. Pero si ya lo sabías. Estabas tan seguro que te daba hasta miedo reconocerlo en voz alta, por aquello del típico comentario del sí, claro, tú lo sabes todo.

Y ahora, en qué posición estoy. En qué me convierto. En un maldito premio de consolación? Si alguien lo sabe, que sea tan amable de decírmelo, porque yo no tengo respuesta. La tenía prevista, pero ha desaparecido. Ha huido. Y es una putada, porque era la respuesta buena. La que yo quería. Pero la muy hija de puta se ha ido. Me piro, y punto. Y aparte. No hay sentido. Por cierto, antes de que se me olvide; las palabras del día son justicia y merecer.

No se qué va a pasar ahora. Odio esta sensación. Mi agenda es lo que me mantiene en pie, y no tengo nada escrito para mañana. Sólo una llamada, y a esperar a ver que pasa. La semana ha ido así, no obstante. No moriré por esperar un día más para hacer lo mismo. O sí. Tengo este problema. A veces me da por esperar. Siempre he pensado que es por aquello de no presionar. Igual alguien lo ve como un signo de debilidad o inseguridad. Tampoco importa mucho ahora mismo. Lo que venía a decir. Me refiero a antes de la novela autobiográfica inconclusa. Dice Luis que el amor es matemáticamente un error. Cierto. Aunque solo sea por el hecho de que en matemáticas, el infinito existe. Y con lo otro, pues no. Empieza, hay un intermedio y luego, acaba. Como una reunión de trabajo. Algunos de mis "amigos" cibernéticos ya se habrán dado cuenta de que el amor ha desaparecido a estas horas. O no. Pero bueno, a diez por día, en una semana los ventilo a todos.

Y esto, a menos que me arrepienta en unas semanas, o me entre el mono del olvido, también se acaba. Aquí se queda. Punto y final. Era de esperar de mi, no? Un final de película. Ya no hace falta. Ha caducado. Igual me reinvento. Hago lo que todo el mundo, ponerme una máscara y hacer desaparecer mi cara. Si aquí, sin fotos, he mostrado la mía de tal manera y de tan cerca que ya ni puedo reconocerme a mi mismo. La parte buena es que he aprendido muchas cosas. La mala, que tiene que acabar. Al menos, por ahora. Seguiré escribiendo, eso sí. No puedo evitarlo. Igual abro un blog con una g de verdad y no a escondidas, con c, para que sea más poético. Y más difícil de encontrar. Y no pondré ni mi nombre en el perfil. Me invento algún pseudónimo enrevesado y escribo a lo Miller o Bukowski. O hablo de música, cine y fotografías, como todo el mundo. Igual pruebo con la poesía, que siempre se me había dado bien. Si me centro en la manriqueña, a lo mejor hasta le paso el http a mi padre, que ya está más puesto en tecnología y seguro que le encanta.

Pero por ahora, se acabó. Hoy, soy yo quien se va. Mi primera vez, que nervios. Estoy con eso de la maleta, que siempre es un dolor de cabeza. Ropa de invierno, de verano, cds, películas, la cámara, la guitarra,....uy! el bloc! El de verdad, el de papel. El de siempre. Tarde o temprano, seguro que también morirá. Es inevitable. Como algunas fotos viejas. Esas sabe más mal que mueran; las más nuevas, bueno, sólo es apretar un botón, aceptar y vaciar la papelera al instante. Y ya está. Si es que no hay nada como el papel. El ruido de una fotogafía al romperla. El crepitar de las hojas de un libro al pasarlas. El sonido de la escritura. Lo reconozco. Oir las teclas es hipnótico, pero prefiero esto otro.

Igual alguno tiene suerte y me encuentra. Si no, probad en otra vida.

Si la hay.


sábado, 22 de mayo de 2010

22/05/2010 0:11 - 2:26 156Km

No debería estar aquí. Hace ya rato que tendría que estar en otro lugar. Pero acabo de llegar a casa. 300 kilómetros de nada, para repartir abrazos. Hoy no me apetecía estar solo, y ellos, esos amigos, estaban lejos. No me importa. El viaje de ida lo he dedicado a la reflexión, la histeria y a evitar radares. Un par de horas más tarde, la compañía ha sido una llamada que no esperaba. De dos horas. Aún no sé los motivos de la llamada. Creo que, en el fondo, la he provocado yo, con ese mensaje. Sabía que habría respuesta, y me hacía falta. La respuesta, una charla, o un copiloto que me mantuviera despierto. Miento. Me apetecía hablar, si. Me apetecía hablar contigo. Lo que no me esperaba era que me acompañaras hasta llegar a casa, ni la mayoría de las cosas que has dicho. De verdad, no lo hubiera esperado nunca. Bueno, tal vez, con el tiempo. Pero no hoy. No ahora.

Y ahora, no se que decirte, cuando ya te lo he dicho, todo. Quizá no. Una parte, pero la importante. Estoy cayendo en la cuenta de que tampoco te he engañado. No pretendía subirte el ego, ni mejorar tu autoestima. Por lo que he visto esta noche, lo tienes todo en su sitio. Lo que sí pretendía era ser sincero, sobretodo en lo que se refiere a las personas. En ese sentido, todos somos iguales y no hace falta jugar a buscar las siete diferencias. A veces sorprende encontrarte con estos casos, que acaban demostrando que, en un momento u otro, el alumno se convierte en maestro. Ya no vale sólo con hablar. Ahora toca escuchar, independientemente de dónde vengan las palabras. Hay que prestarles atención, y luego procesarlas con cariño. Estoy en ello.

Por cierto. Tampoco mentía cuando te he dicho que si alguien se lo merece, esa eres tu. Por un sinfín de motivos.

Te lo has ganado.

Tienes mi respeto eterno.

martes, 11 de mayo de 2010

Preguntas

Insomne de nuevo. Como no. Era cuestión de tiempo que todo volviera a la normalidad. Alguno, incluso estará orgulloso de poder jactarse de mis copas, mis cilindros cancerosos adulterados y, por qué no, del porno. Pura patraña. Es simplemente la inquietud y el no saber estar en la cama lo que me ha hecho salir del retiro y seguir vaciando las botellas que quedan en el mueble-bar. Cada vez menos. Especialmente por el hecho de haber dedicado el fin de semana a hacer un pequeño inventario de escoceses y oriundos de Kentucky, a modo de cata compulsiva. Por no hablar de la única salida en estos dos días, al supermercado, a comprar más para cuando se acabara. Empiezo a no notar el escozor en el cuello, y a acostumbrarme al mareo que provoca el cóctel psicotrópico que tradicionalmente he utilizado para dormir y, en las últimas horas, para no existir durante un rato. O dos.

Luego está el tema de las preguntas sin respuesta. Me mandaron un correo no hace mucho, uno de esos de cadena que, normalmente, lanzo directamente a la papelera de reciclaje, aunque ésta vez empecé a leerlo, hasta que tropecé con una pregunta - qué tenemos que dar para recibir un abrazo? - y ahí, dejé de leer. Anoté la frase en mi pizarra, y esperé para darle respuesta. Antes de poder hacerlo, un amigo disparó otra; cuántos Dioses necesitan los problemas del mundo? Tampoco hay respuesta. No, por ahora. Y más tarde, otro músico escribió toda una canción con preguntas para las que no tiene respuesta y para las que yo no tengo paciencia para transcribir. Son demasiadas y no quiero pensar en ellas. Yo tengo la peor de todas. La de siempre. Esa a la que ya empiezo a adorar como a un ídolo, que aparece y se va para poder volver cuando menos la esperas para atacarte de nuevo y seguir hiriéndote de una forma inhumana hasta que ya no te quedan fuerzas para seguir en pie. Porqué?

Hay una serie de problemas matemáticos irresolutos conocidos como los Siete problemas del milenio, para los que hay un premio de un millón de dólares para el que sea capaz de resolver uno sólo. Si insisto un poco, tal vez las preguntas que vayan apareciendo podrán formar una nueva lista de incógnitas, con un gran premio para quien pueda dar aunque sea una única respuesta. Ya que las horas se reducen cada vez mas, dudo que tenga tiempo ni siquiera para empezar la puta lista. Cada minuto que pasa, me aleja más de las posibles respuestas. Y yo, que siempre he alardeado de ser paciente, empiezo a estar algo más que desquiciado. Hay un agujero negro absorbiéndolo todo, y temo que acabe por tragarme a mi también. En breve. Después de la publicidad. Y después, una despedida a lo grande. La que me dio por escribir hace algo más de un par de semanas y que, celosamente, dejé sobre el papel, esperando el momento oportuno de convertirlo en una reflexión cibernética. No se si llegará pronto, o se hará de rogar, pero se que el momento llegará, y que lo que dejé escrito terminará por ver la luz. Entretanto, seguiré aplazándolo, y seguiré saliendo de la cama a las tres de la mañana para encender el ordenador y soltar lo que me de la gana, sin ningún tipo de rencor hacia mi mismo. Bueno, tal vez un poco. Mi cabeza no me deja vivir, pero tengo que convivir con ella, a menos que se ponga de moda alguna operación de trasplante cerebral que me pueda convertir en algo diferente. Con no pensar demasiado, me conformaría.

El mejor ejemplo. Acabo de recordar una vieja canción de unos amigos. Ponen precio a todo/dicen que el día está cerca/en el que podrás comprar el amor/ a precio de manzanas y flores. Hay que decir que en su lengua original, la rima sonaba mejor. No se qué me ha hecho recordarla, hacía ya tiempo que no la escuchaba, pero ahora sigue dando vueltas e imagino que se quedará un tiempo, como tantas otras.

Y el día que se pueda comprar el amor a ese precio, no se, igual invierto en árboles frutales.



Posen preu a tot
diuen que el dia és a prop,
el dia que podràs comprar l'amor
a preu de pomes y de flors.

Mentre estan esperant
l'inevitable final
viure en bombolles de cristall
ningú s'atrevirà a trencar.

Gossos - Pinta un somriure

martes, 6 de abril de 2010

Sobre imágenes y palabras

Siempre he oído decir que una imagen vale más que mil palabras. Mi afición por las palabras entra entonces en conflicto con mi afición por las imágenes, pero ayer no tenía mi cámara a mano, por lo que no pude guardar como jpeg. Y tampoco tenía mi bloc cerca, así que tuve que retener aquel momento en la cabeza y esperar para centrar todas las ideas y sensaciones que me asaltaron entonces.

La imagen puede parecer de lo más simple. Pero una única foto no sería suficiente para explicarlo todo. No se puede apreciar la penumbra del comedor. No se puede escuchar el murmullo del televisor, al mínimo, para no molestar. Ni el sonido de tu respiración, acompasada con la mía. No hay máquina capaz de retratar mi mano sobre la tuya, acariciando cada centímetro de tus dedos, suaves y cálidos. Sin mucho esfuerzo, aún puedo sentir tu piel, enroscada entre mis brazos, mis piernas sobre las tuyas, y mis labios buscando dónde aparcar durante un rato, mientras sigo acariciando tu melena negra como la noche, brillante como la luna de tu espalda. Me susurras al oído palabras casi ininteligibles, que solo acierto a adivinar. No puedo dejar de susurrar tu nombre una y otra vez, y tu no puedes dejar de acariciar mi pelo y mi rostro, ni mi alma, que nada junto a la tuya entre un tumulto de ideas y palabras que nos siguen al respirar.

Me siento incapaz de expresar el sentimiento que rodea nuestros cuerpos. Parece imposible hacerlo con simples palabras, inventadas a medias, incapaces de hablar por sí solas y describir lo indescriptible. Vuelvo a musitar tu nombre. Tu, el mío. Otra vez. Y otra más. Siento tu olor al moverte y dejar tu espalda al descubierto para que yo la bese una vez más, y te rodee con mis brazos, haciéndome grande mientras tu te recoges a mi abrigo. Aprieto con fuerza. Sueltas un suspiro. Te sigo.

Pasan los minutos y seguimos el uno enroscado en el otro. Adoro hablar contigo. Adoro que me hables, recojas mi cara en tus manos y acerques tus labios a los míos con tal suavidad que parece un sueño. No hay palabras mágicas. No hay dobles sentidos. Solo los tuyos y los míos, dándose un festín. Hay una palabra que me viene a la mente. Inigualable. Otra. Impresionante. El don de la palabra se queda corto, otra vez. Por un momento, la idea de tenerme que ir y dejarte, aunque sea durante un rato, se torna aterradora. Tu imagen, junto a mi, me devuelve a la realidad de tu movimiento, acomodándote a mi cuerpo, cada vez más metida dentro de mi pecho y dejando que mi abrazo te siga apretando hasta el corazón.

Pero, sobretodo, me quedo con la imagen de ese momento interminable. Mi mano agarrando la tuya, entrelazando los dedos, gozando de su caricia. La estoy viendo y se que no la olvidaré. Te debes preguntar a qué viene esa cara embobada mirándote a la mano. Estoy guardando el momento de esa imagen que nunca será borrada. Tiene todos los números para quedar grabada a fuego en mi memoria, como tantas otras. Te veo. Te observo. Y sigo aquí.

No tengo ni la más remota idea de cuantas palabras he podido usar para describir la imagen de ese momento en concreto. Lo que si se, con toda seguridad, es que me habré quedado corto. No creo que se pueda describir todo ese brote de sensaciones ni con mil, ni con tres millones. Tal vez sea que, por su naturaleza, no se pueda explicar esa imagen.

Una sola imagen.

La tuya.

Para la que sobran las palabras.

lunes, 29 de marzo de 2010

Cerrado por demolición

Iba a titular por derribo; menos mal que he reaccionado a tiempo y he podido evitar alguna demanda de la Sgae. Aunque al paso que voy, es sólo cuestión de tiempo. De alguien será la culpa, digo yo.

Si esto fuera un blog normal, ahora seguiría escribiendo sobre derechos de autor y culpabilidades varias. Pero para desgracia de algunos, no lo es. Así que me olvido de los derechos de autor, que tampoco me interesan tanto, y me centro en la culpa.

De todas las preguntas que me hacen a diario algunas gentes, incluidos varios de mis alumnos, hay una que siempre me hace sentir como si me estuvieran retorciendo los cojones: De quien es la culpa? Sí, sí, tal cual.

Veintidós millones setecientas mil entradas en Google, en sólo 0,29 segundos. Y seguro que han omitido resultados por culpa de alguien. Me centro en las citas célebres, que también hay unas pocas y en ninguna intentan venderte un curso práctico de superación personal. A ver. Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie, Concepción Arenal. Mis jefes discreparían, seguro. Sigo leyendo. Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos. El bueno de Arthur Miller. Me pregunto como se casaría con Marilyn. Quizás esto lo dijo tras el divorcio. Me centro.

Esta es buena, pero la dijo un santo, y ahí mejor no me meto. Buf. Mejor se puede disculpar el que se muere de miedo, que el que de miedo se mata: porque allí obra sin culpa la naturaleza; y en éste, con delito y culpa, el discurso apocado y vil. Y esta vez yo me pregunto porqué con Quevedo se hace todo más elegante, más poético y, sobretodo, más complicado. Aunque si de complicar se trata, Rosseau. Si acaso, vuelva usted mañana. Llevo ya una buena sobredosis de pensamientos profundos como para pensar en él. O con él. Qué coño, está muerto.

Hay un remedio para las culpas. Reconocerlas. A quien le interese, que busque en la wikipedia la vida del tal Grillparzer, a mi no me apetece ahora. Esta de Anaxágoras es buena. No es que sea una culpa pura, pero es buena. La guardo para luego.

Llevo unos 30 minutos delante de la pantalla y no me acuerdo a quien le habré echado la culpa por haberme hecho salir de la cama, echarle whisky al hielo y algo raro al cigarro, y haberme tele-transportado frente al ordenador para darle rienda suelta a la CPU. Ahora el hielo vuelve a estar huérfano, el cigarro ha pasado a muy mejor vida, y yo sigo sin saber de quien será la culpa de que mañana me pregunte porqué acabé hablando de tanta culpa, si nunca es de nadie. Aunque de algo estoy seguro. Lo que realmente no me dejaba dormir, ahora me importa menos, por lo menos hasta dentro de un rato. Hasta que se me pasen los efectos de los sedantes contra la mala hostia que me he tomado, sin la preceptiva receta médica. En realidad, me da igual. Me vuelvo a la cama, a ver si ahora hay más suerte y no encuentro ni culpas ni culpables. No al menos sin un buen abogado.

Casi se me olvida.

La frase.

La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.

jueves, 18 de marzo de 2010

Sábado menos dos

Llueve. Nada en la tele. Ordenador; a ver si encuentro alguna que otra sorpresa. Así que deja que te cuente. O cuenta tu primero. No, mejor los dos a la vez. Sabes qué: te voy a ver. Sorpresa. Y el pulso, más rápido que el último AVE del día.

Sigue lloviendo. Buen recurso para acercarnos. Lo mismo que la música, demasiado alta. Si te despistas, te muerdo. Si me despisto, me muerdes. Se admiten apuestas.

Pasan las horas. Despacio. Creo que me he despistado. Los dos ganamos la apuesta. Por activa y por pasiva. Otro despiste, más largo. Otro más. Y otro. Ideas, música, palabras, besos, respiración agitada y luego, silencio. Sólo el tic-tac de un reloj de pared y el resplandor de un televisor enmudecido. Mi mano, en tu espalda. Tu caricia, en mi pelo. Susurros ininteligibles entremezclados con suspiros alados, revoloteando a sus anchas por tu habitación. La banda sonora, entre el Imagine y el Run run. El decorado, desde Tavertet a Egipto, pasando por Brasil, con escala en tus labios. Por no hablar del fin de semana en tu melena, o agazapado en tu cuello.

Y la declaración de intenciones de Paul.

No more lonely nights.

jueves, 18 de febrero de 2010

Morir

Ahora si que ya no sé que decir. Los mitos han muerto. Viva los mitos.

Ya nada parece igual. Seguramente porque de tanto observarlo ensimismado, no he podido darme cuenta de cómo todo cambiaba a mi alrededor. Qué estúpido. Todo ha pasado a monocromo, como esas viejas fotografías que te recuerdan que, tiempo atrás, también hubo una historia. Y que también se acabó. Pero como siempre, la oscuridad que llevas a cuestas se conjura para no dejarte ver que la historia continuaba. Con otra, diferente. Distintos personajes, distintos roles, distintos decorados. Quizás la secuela no sea mejor que la original, pero seguro que será diferente. Esto viene garantizado de fábrica en todos los modelos.

Inconscientemente, nos convertimos en parte de una maquinaria mal engrasada y nos dedicamos a mecanizar toda nuestra vida de tal manera que, cuando queremos darnos cuenta, la maquina ha quedado obsoleta y ha sido sustituida por otra, más moderna, más potente, y más compleja. Y no sabes usarla. Te quedas colgado, sólo, abrumado por la velocidad de todo lo que te rodea sin ser capaz de dar el más mínimo paso. Ahí está tu capacidad de reacción. Todo lo que puedas hacer a partir de ese punto radica en lo rápido que seas en re-calcular la ruta a seguir.

No digo que haya que tomar decisiones precipitadas, sino que hay que tomarlas. Y una vez esbozada la linea, seguirla, y tener previstos todos los imprevistos. Para sorpresas estúpidas ya está la tele.

Puede que en algún momento dudes y tiembles de miedo. Decía Paulo que el miedo existe hasta que lo inevitable sucede y que, a partir de ese momento, no debemos malgastar nuestros esfuerzos en él. Esta es una de esas frases que, por algún extraño motivo, uno guarda cerca para cuando tenga que recordarla. Ese momento ha llegado. Por lo menos para mi. Y la decisión es clara y está tomada. Tengo que morir.

Es la única manera de seguir hacia adelante. No hay otra alternativa. Hay quien se tomará esto al pie de la letra. Seamos pragmáticos. Los griegos lo tenía más claro que nosotros, con sus mitos sobre un pájaro que cada quinientos años se reducía a cenizas para reinventarse. A eso mismo me refiero. A la opción de seguir buscando sinónimos para imbécil, o a morir, para poder volver a nacer. Ni mejor ni peor. Solamente diferente. Dice la sabiduría popular que los cambios son buenos. Aquel que no sea capaz de ver el reflejo de las cosas que le pasan, seguro que discrepa con esto de los cambios. Para mi, está muy claro.

No puedo seguir parcheando la existencia del último monstruo insomne. Debo matarlo. Destruirlo por completo.

Para volver a crearlo.

Para volver a nacer.

So be it.

viernes, 12 de febrero de 2010

(A)

Felicidades. Es la primera vez en muchos meses que te atreves a lanzar una pregunta directa y explícita. Sin tapujos. Te has pasado demasiado tiempo escupiendo indirectas, deslizándote por ese juego que tan bien conoces y que tan bien te ha estado funcionando hasta ahora. Has llegado a varios callejones sin salida, viniendo de diferentes frentes de guerra que han minado tu confianza pero que, a la vez, han templado tus nervios, convirtiéndote en una estatua de hielo capaz de no mostrar signo alguno de debilidad. Eso, según tú. Quien te observe, puede ver tu fachada y desmontarla ladrillo a ladrillo. Aunque lo curioso del tema es que un mal paso hace que la fachada se rehaga y haya que volver a empezar. Pero eso es divertido.

Volviendo a tu pregunta. De verdad te importa tanto? Te he dicho muchas veces que no hace falta saberlo, que tu eres tu única juez y parte, que tu decides. Al fin y al cabo, acabas durmiendo contigo misma cada noche, y levantándote cada mañana con la misma persona. Bueno, con la misma quizás no; un poco diferente. O me equivoco?

No se que contestarte. Eres una mezcla de dos universos paralelos y te encuentras prisionera en mitad de un gran agujero negro que conforma tu existencia mientras te esfuerzas en potenciar los extremos que te hacen perder tu quintaesencia. Y tan entrometida estás en ese esfuerzo que dejas para dentro de un rato el disfrute de ese momento en el que realmente eres tú misma. Y eso, pequeña, no te lo puedes perder, porque no lo podrás recuperar. Y si puedes, te costará horrores, y tampoco te sabrá igual. Te digo siempre que cada paso tiene su momento, y que, a su vez, tiene un sucesor y un predecesor. Tu estás viviendo tres pasos más allá. Algún traspiés debiste dar para caer en ese descuido. Eso lo sabes sólo tú. Y como nunca eres clara, es difícil que venga alguien a darte una respuesta a tu pregunta. No deberías tener que hacer esas preguntas, aún no.

John Lennon decía que la vida es eso que pasa mientras te dedicas a hacer otras cosas, y tu estás muy dedicada a esas otras cosas. Lo reconozco, yo también. Y el otro, y el de más allá. Como dejar de hacerlo es cosa de cada uno, pero todos nos encontramos en un momento u otro en situaciones como esta y no sabemos como solucionarlas. Pero tenemos que aprender a hacerlo, o la vida se acaba y tienes que empezar de cero. Teniendo en cuenta que tú aún estás empezando de cero, lo mejor que te puedo decir es que dejes de pensar en toda esa tormenta que te sacude la cabeza día tras día y utilices tus energías en algo que te haga sonreír antes de acostarte y nada más levantarte.

El resto, no vale la pena.

martes, 19 de enero de 2010

Hadas

Me divierte, que quieres que te diga. No hasta un extremo de retorcerme en el suelo con un ataque de risa estúpida pero, al menos, me entretiene. Era algo que tenía que llegar, tarde o temprano, y aburrido de buscar hadas por todas partes, siempre es bienvenida un poco de acción pasiva.

Recuerdo. La culpa es de las hadas. Por su silencio.Por su quietud. Por el efecto nocivo que tienen sobre el cuerpo sin vida de un corazón incorrupto que pasea inanimado por entre las sombras del olvido. Por estar en todas partes y en ninguna. Hasta por recordarme que, a pesar de ti, sigo aquí.

El aire que respiro me sabe a una mezcla de odio y resentimiento hacia esos capítulos que parecen acabados y que no acaban de cerrarse. Me gustaría pegarles fuego y observar, psicótico, como arden sin piedad, bajo la luz de una luna tan cómplice como culpable. Demasiados cambios. Demasiada velocidad. No da tiempo a hacerse a la idea de algo, cuando otro espectro se cruza en tu camino para amargarte la existencia y recordarte que, aunque no quieras, esta es la única realidad que existe. Los universos paralelos son sólo una teoría, aunque a veces desearía poderles echar un vistazo, por fugaz que fuera, para ver si en otra dimensión las cosas funcionan igual que aquí.

O me equivoco. La tensión va en aumento, el tiempo pasa y la cosa no mejora. Se va volviendo cada vez más oscura y difusa. Confusa. Cada vez que salto, me levanto sobre la silla y grito que ya basta, el silencio aparece durante diez míseros segundos y luego vuela a cualquier otra parte. Cualquiera dirá que tiene prisa. Si de tratos se trata, hice un pacto para que un grito tuviera efecto más tiempo y todo se apaciguara alrededor. Me siento estafado. Será que no estoy preparado para oír el eco de mi propio silencio.

Aunque de algo sí estoy seguro. La culpa es de las hadas.

Por su belleza.

Por su mirada.

Por aparecer cuando menos las esperas.