Venía diciéndolo. Soy un falso. Me aprovecho de las ventajas de escribir en un papel cuando el cuerpo me lo pide y publicarlo cuando me da la gana, o dejarlo en el olvido. Seguramente ha sido el azar, ese en el que no creo, el que ha querido que hoy se cumpla un mes exacto desde que me levanté de la cama y empecé a escribir como nunca.
Nací en martes, el 28 de Septiembre de 1976. Me llamaron Javier y no Xavier, porque en aquel entonces aún había cierta alergia a los nombres catalanes por parte de quien hacía los registros civiles. Al poco de nacer me fui a vivir con mis padres, y cuando ya tenía superada la fase de incontinencia, empecé a ir a una guardería de la que, treinta años después, aún conservo el olor y el color. Y los tirones que me daba en el pelo el marco de la pizarra cuando me castigaban y empotraba el morro en aquel rincón. Cuando ya me había acostumbrado a perder pelo, me sacaron de allí y me llevaron a otro sitio; fui aprobando cursos, disfrutando de una primaria normal, a pesar de alguna que otra gilipollez que aún me avergüenza en la memoria. Pasé sin pena ni gloria por el instituto, me llevé mis primeras hostias - creo que no hace falta especificar más - y llegué a la universidad. Lo típico. Clases, mujeres y drogas mezcladas con alcohol.
Entonces, ya daba clases. Y hacía fotos. Y tocaba música. Lo sigo haciendo, tanto tiempo después. Son dieciséis años de los que, ahora mismo, no tengo ningún recuerdo bueno guardado en la memoria. No consta. Igual, si me esfuerzo, sale alguno. Pero seguro que es solo sobre esas tres actividades. Nada más. Parece que hoy esté más triste que de costumbre. Lo estoy. Porque lo han matado. Tanto tiempo buscando, para encontrarlo y perderlo en tan poco. Igual solo era un holograma. Debe ser un mito. No puede ser que exista. Que estupidez.
No se en qué momento exacto me dio por colocarme y escribir. Dicho así, debo parecer un monstruo abominable. Corrijo. No se en qué momento, colocado, me dio por escribir. Supongo que cuando me di cuenta de que necesitaba un interlocutor para seguir la conversación, que no se cansara de escuchar, o que no se quisiera tanto, o qué se yo. Cogí un bloc y mi pluma, y escribí. Miles, millones de palabras han caído desde entonces. En todos los blocs que me han acompañado en el camino. Y con la llegada de la tecnología, en documentos de texto. Y luego, este sitio. Porqué no, pensé. Me divertía la idea. Joder, cuanta conexión de golpe: correo instantáneo, blogs, redes sociales. Alguien sin cara con quien hablar sin abrir la boca. Un paraíso. El edén. Y una mierda.
Nada es necesario. A menos de que quieras entrar en un club donde abunden las mentiras. Lo siento, pero sigo preguntándome si con quien estoy hablando está realmente ahí o es otra persona. Persona. Bonita palabra. Las personas tienen que verse la cara. No basta con leernos o escucharnos. Yo necesito una cara. Aunque lo que vea no me guste o, peor aún, me destroce por dentro. Aunque me traiga a la cabeza ideas absurdas, las convierta en idiotas pesadillas para luego convertirse en realidad. Que putada. Es verdad que los sueños se convierten en realidad, doy fe. Los malos también. Y estas últimas siete noches han sido pesadillas constantes. Incomodidades, carnicerías psicóticas, miedos, pena, dolor, y luego, despertar. Creo que estaba mejor con el insomnio. Porque así, no despiertas habiendo vivido ya lo que está por venir, y puedes mostrar un poco de sorpresa cuando todo se muestra tal cual es. Vaya mierda. Pero si ya lo sabías. Estabas tan seguro que te daba hasta miedo reconocerlo en voz alta, por aquello del típico comentario del sí, claro, tú lo sabes todo.
Y ahora, en qué posición estoy. En qué me convierto. En un maldito premio de consolación? Si alguien lo sabe, que sea tan amable de decírmelo, porque yo no tengo respuesta. La tenía prevista, pero ha desaparecido. Ha huido. Y es una putada, porque era la respuesta buena. La que yo quería. Pero la muy hija de puta se ha ido. Me piro, y punto. Y aparte. No hay sentido. Por cierto, antes de que se me olvide; las palabras del día son justicia y merecer.
No se qué va a pasar ahora. Odio esta sensación. Mi agenda es lo que me mantiene en pie, y no tengo nada escrito para mañana. Sólo una llamada, y a esperar a ver que pasa. La semana ha ido así, no obstante. No moriré por esperar un día más para hacer lo mismo. O sí. Tengo este problema. A veces me da por esperar. Siempre he pensado que es por aquello de no presionar. Igual alguien lo ve como un signo de debilidad o inseguridad. Tampoco importa mucho ahora mismo. Lo que venía a decir. Me refiero a antes de la novela autobiográfica inconclusa. Dice Luis que el amor es matemáticamente un error. Cierto. Aunque solo sea por el hecho de que en matemáticas, el infinito existe. Y con lo otro, pues no. Empieza, hay un intermedio y luego, acaba. Como una reunión de trabajo. Algunos de mis "amigos" cibernéticos ya se habrán dado cuenta de que el amor ha desaparecido a estas horas. O no. Pero bueno, a diez por día, en una semana los ventilo a todos.
Y esto, a menos que me arrepienta en unas semanas, o me entre el mono del olvido, también se acaba. Aquí se queda. Punto y final. Era de esperar de mi, no? Un final de película. Ya no hace falta. Ha caducado. Igual me reinvento. Hago lo que todo el mundo, ponerme una máscara y hacer desaparecer mi cara. Si aquí, sin fotos, he mostrado la mía de tal manera y de tan cerca que ya ni puedo reconocerme a mi mismo. La parte buena es que he aprendido muchas cosas. La mala, que tiene que acabar. Al menos, por ahora. Seguiré escribiendo, eso sí. No puedo evitarlo. Igual abro un blog con una g de verdad y no a escondidas, con c, para que sea más poético. Y más difícil de encontrar. Y no pondré ni mi nombre en el perfil. Me invento algún pseudónimo enrevesado y escribo a lo Miller o Bukowski. O hablo de música, cine y fotografías, como todo el mundo. Igual pruebo con la poesía, que siempre se me había dado bien. Si me centro en la manriqueña, a lo mejor hasta le paso el http a mi padre, que ya está más puesto en tecnología y seguro que le encanta.
Pero por ahora, se acabó. Hoy, soy yo quien se va. Mi primera vez, que nervios. Estoy con eso de la maleta, que siempre es un dolor de cabeza. Ropa de invierno, de verano, cds, películas, la cámara, la guitarra,....uy! el bloc! El de verdad, el de papel. El de siempre. Tarde o temprano, seguro que también morirá. Es inevitable. Como algunas fotos viejas. Esas sabe más mal que mueran; las más nuevas, bueno, sólo es apretar un botón, aceptar y vaciar la papelera al instante. Y ya está. Si es que no hay nada como el papel. El ruido de una fotogafía al romperla. El crepitar de las hojas de un libro al pasarlas. El sonido de la escritura. Lo reconozco. Oir las teclas es hipnótico, pero prefiero esto otro.
Igual alguno tiene suerte y me encuentra. Si no, probad en otra vida.
Si la hay.