jueves, 18 de febrero de 2010

Morir

Ahora si que ya no sé que decir. Los mitos han muerto. Viva los mitos.

Ya nada parece igual. Seguramente porque de tanto observarlo ensimismado, no he podido darme cuenta de cómo todo cambiaba a mi alrededor. Qué estúpido. Todo ha pasado a monocromo, como esas viejas fotografías que te recuerdan que, tiempo atrás, también hubo una historia. Y que también se acabó. Pero como siempre, la oscuridad que llevas a cuestas se conjura para no dejarte ver que la historia continuaba. Con otra, diferente. Distintos personajes, distintos roles, distintos decorados. Quizás la secuela no sea mejor que la original, pero seguro que será diferente. Esto viene garantizado de fábrica en todos los modelos.

Inconscientemente, nos convertimos en parte de una maquinaria mal engrasada y nos dedicamos a mecanizar toda nuestra vida de tal manera que, cuando queremos darnos cuenta, la maquina ha quedado obsoleta y ha sido sustituida por otra, más moderna, más potente, y más compleja. Y no sabes usarla. Te quedas colgado, sólo, abrumado por la velocidad de todo lo que te rodea sin ser capaz de dar el más mínimo paso. Ahí está tu capacidad de reacción. Todo lo que puedas hacer a partir de ese punto radica en lo rápido que seas en re-calcular la ruta a seguir.

No digo que haya que tomar decisiones precipitadas, sino que hay que tomarlas. Y una vez esbozada la linea, seguirla, y tener previstos todos los imprevistos. Para sorpresas estúpidas ya está la tele.

Puede que en algún momento dudes y tiembles de miedo. Decía Paulo que el miedo existe hasta que lo inevitable sucede y que, a partir de ese momento, no debemos malgastar nuestros esfuerzos en él. Esta es una de esas frases que, por algún extraño motivo, uno guarda cerca para cuando tenga que recordarla. Ese momento ha llegado. Por lo menos para mi. Y la decisión es clara y está tomada. Tengo que morir.

Es la única manera de seguir hacia adelante. No hay otra alternativa. Hay quien se tomará esto al pie de la letra. Seamos pragmáticos. Los griegos lo tenía más claro que nosotros, con sus mitos sobre un pájaro que cada quinientos años se reducía a cenizas para reinventarse. A eso mismo me refiero. A la opción de seguir buscando sinónimos para imbécil, o a morir, para poder volver a nacer. Ni mejor ni peor. Solamente diferente. Dice la sabiduría popular que los cambios son buenos. Aquel que no sea capaz de ver el reflejo de las cosas que le pasan, seguro que discrepa con esto de los cambios. Para mi, está muy claro.

No puedo seguir parcheando la existencia del último monstruo insomne. Debo matarlo. Destruirlo por completo.

Para volver a crearlo.

Para volver a nacer.

So be it.

viernes, 12 de febrero de 2010

(A)

Felicidades. Es la primera vez en muchos meses que te atreves a lanzar una pregunta directa y explícita. Sin tapujos. Te has pasado demasiado tiempo escupiendo indirectas, deslizándote por ese juego que tan bien conoces y que tan bien te ha estado funcionando hasta ahora. Has llegado a varios callejones sin salida, viniendo de diferentes frentes de guerra que han minado tu confianza pero que, a la vez, han templado tus nervios, convirtiéndote en una estatua de hielo capaz de no mostrar signo alguno de debilidad. Eso, según tú. Quien te observe, puede ver tu fachada y desmontarla ladrillo a ladrillo. Aunque lo curioso del tema es que un mal paso hace que la fachada se rehaga y haya que volver a empezar. Pero eso es divertido.

Volviendo a tu pregunta. De verdad te importa tanto? Te he dicho muchas veces que no hace falta saberlo, que tu eres tu única juez y parte, que tu decides. Al fin y al cabo, acabas durmiendo contigo misma cada noche, y levantándote cada mañana con la misma persona. Bueno, con la misma quizás no; un poco diferente. O me equivoco?

No se que contestarte. Eres una mezcla de dos universos paralelos y te encuentras prisionera en mitad de un gran agujero negro que conforma tu existencia mientras te esfuerzas en potenciar los extremos que te hacen perder tu quintaesencia. Y tan entrometida estás en ese esfuerzo que dejas para dentro de un rato el disfrute de ese momento en el que realmente eres tú misma. Y eso, pequeña, no te lo puedes perder, porque no lo podrás recuperar. Y si puedes, te costará horrores, y tampoco te sabrá igual. Te digo siempre que cada paso tiene su momento, y que, a su vez, tiene un sucesor y un predecesor. Tu estás viviendo tres pasos más allá. Algún traspiés debiste dar para caer en ese descuido. Eso lo sabes sólo tú. Y como nunca eres clara, es difícil que venga alguien a darte una respuesta a tu pregunta. No deberías tener que hacer esas preguntas, aún no.

John Lennon decía que la vida es eso que pasa mientras te dedicas a hacer otras cosas, y tu estás muy dedicada a esas otras cosas. Lo reconozco, yo también. Y el otro, y el de más allá. Como dejar de hacerlo es cosa de cada uno, pero todos nos encontramos en un momento u otro en situaciones como esta y no sabemos como solucionarlas. Pero tenemos que aprender a hacerlo, o la vida se acaba y tienes que empezar de cero. Teniendo en cuenta que tú aún estás empezando de cero, lo mejor que te puedo decir es que dejes de pensar en toda esa tormenta que te sacude la cabeza día tras día y utilices tus energías en algo que te haga sonreír antes de acostarte y nada más levantarte.

El resto, no vale la pena.