La verdad es que ahora me parece indescriptible el rato que pasé tumbado en la arena junto al trípode y la cámara disparando fotos que, al volver a ver, me parecen sacadas de un cuento. Arena, aire fresco del mar y, como no, el sonido incesante de las olas. Como suba la marea un poco más, pensé, voy a tener que echar a correr. Evidentemente, tuve que levantarme con urgencia, agarrar la cámara y saltar hacia atrás. Pero sigo viendo las estrellas y la arena. Sigo oyendo el sonido de las piedras arrastradas por el mar. Sigo oliendo la humedad salada en el aire. Una noche mágica, pensarás. No fue ni una noche, solo un rato. Suficiente.
Me pregunto cuanto tiempo me va a durar esta resaca. Desearía que no acabara nunca, aunque se que es difícil. El recuerdo será sustituido por otro, espero que mejor. Para peor, ya están los telediarios y los periódicos. Tener una docena de fotografías ayudará a conservarlo. Haberlo explicado en voz alta, también. Por aquello de oírlo decir. También puedo intentar evitar que alguien me joda este recuerdo con cualquier tipo de crítica destructiva sobre mis comportamientos o decisiones. Es algo mío, y le tengo aprecio. A ratos, la verdad, me da igual.
A otros ratos, creo que también.
Pero yo solo pasaba por aquí.
Y no quería entretenerte.
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