Se va a poner celoso de tu mirada medio bar. Yo ya lo estoy. Pero de la mano que rebusca entre tus piernas. Como te suba más la falda, te veo el corazón.
Perdón por la pregunta. Porqué huevos no cruzas el río de mesas gobernadas por botellas vacías y te vienes aquí conmigo? Como ves, tengo sitio de sobra y, total, caricia por caricia, ya te las doy yo. Y la mano bajo tu falda - de verdad es una falda? - también te la puedo meter yo. Tengo dos, con cinco dedos cada una, y están deseando conocerte.
Se te acaba el tiempo. Están a punto de cerrar y tu de abrirte. No te lo pienses más. Yo me voy a quedar un rato más. El sofá es cómodo y las copas pesan demasiado como para que el camarero con cara de terrorista libanés tenga narices de echarme. Tranquila, hay confianza. Le digo que nos sirva algo. Pero despídete del clon del príncipe de Cenicienta antes. Dile que ha sido un placer, y que ya te llamará. Le habrás dado el número falso, verdad?
No me mires más. Al menos, no mientras te operan las amígdalas. Déjame. O decídete. Pero no me marees más. Los excesos están haciendo efecto y no respondo de mi mismo.
Tarde. Canción de cierre. Vete con tu premio de consolación.
Yo voy a buscar a otra tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario