Al llegar no he querido despertarte y me he reservado el beso que te venía guardando desde esta mañana. En vez de eso, he preferido sentarme en el suelo, junto a la cama, para poder ver como duermes, tranquila, acurrucada en tu rincón. Me gusta ver cómo la luz del alba madrugadora se cuela por las rendijas de la persiana y se posa en tu cuerpo, desnudo bajo la sábana.
Te das la vuelta, se mueven tus piernas y tus brazos tantean instintivamente el vacío a tu lado. Sonrío. Estoy aquí. Aunque tu no lo sepas. El movimiento descubre tu espalda morena, bañada sólo por la caricia de tu melena. Tu mano se acerca a tu cara y acuna a tus labios suaves y tiernos. Dulces al besarlos. Amargos al echarlos de menos.
Un escalofrío recorre tu cuerpo de pies a cabeza. El intento de taparte fracasa y deja tu cuerpo más al descubierto, a la vista de cualquiera. Pero sólo soy yo el que observa y el que ahora sucumbe ante la irresistible tentación de acercarme y taparte o besarte. Lo hago tan lentamente que tu cuerpo se estremece y se encoje, cobijado por el calor de mi cercanía. Quiero tumbarme a tu lado, pero sigo temiendo turbar tu dulce sueño. Vuelvo a fracasar. Abandono mi ropa en el suelo y me acerco a ti. Reconfortada, posas tu mano en mi pecho y sueltas un suspiro. Tus labios rozan mi hombro. Noto su calidez y respiro hondo, cerrando mis ojos cansados, haciendo recuento de las veces que he pensado hoy en este momento. Me sale infinito y se me escapa una sonrisa. Mi cuerpo se apaga y no quiero. Me resisto y lucho contra todo para alargar esta pausa y seguir disfrutando. Sé que al final caeré.
También sé que, cuando despiertes, sonreirás con los ojos entreabiertos y pasearás tu mano por mi pelo. No me daré cuenta, pero tu seguirás haciéndolo. Sin prisa. Me lanzarás un te quiero susurrado al oído, consciente de que estaré muy lejos, pero muy cerca a la vez. Te preguntarás si te he oído. Por si acaso, te acercarás y descansarás un rato más abrazada a mi cuerpo inerte. Desearás que despierte para oír mi voz diciéndote hola. Como fue, preguntarás. Te eché de menos, contestaré.
Hazme un favor.
Vuelve a dormir.
Cuando despierte, quiero que estés junto a mi.
En respuesta a muchas consultas, esa persona de la que hablo existe, pero no sé dónde está, ni cómo se llama, ni qué cara tiene...no la conozco. Es, sencillamente, alguien a quien quiero encontrarme cuando estoy de vuelta a casa. El resto, ya está escrito.
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