sábado, 25 de diciembre de 2010

Feliz falsedad, feliz soledad

Me apasionan estos días de increíble amor fraternal en los que nos esforzamos tanto por hacer algo distinto a los trescientos y pico días anteriores: disimular.

No, no se trata del típico disimulo de quien se sabe culpable de haberse tirado un pedo en un ascensor delante de sus vecinos, sino de ocultar todos los malos humores y aparcar los critiqueos durante un rato. Se trata de divertirse buscando metáforas que nadie entiende para no quedar demasiado mal y que sólo parezca que tu caché de borde ha subido en los últimos doce meses. En la mayoría de los casos abres la puerta respirando profundamente y suplicas a los infiernos que alguna catástrofe natural te libre de los minutos de saludos y alabanzas, de los cómo estás y de los cuánto tiempo. Sí, mucho tiempo, un año exactamente.

Después vienen esas bonitas postales de brindis varios, pero eso sí, sólo con una mano. Con la otra sostenemos escondida en la espalda una Magnum del 44 lista para disparar el veneno acumulado en los últimos doce meses. Un simple disparo puede acabar con una familia entera en la página de sucesos, justo al lado de los esperanzadores mensajes navideños de presidentes, reyes o gobierna-nadas varios.

Hablando de mensajes. Cómo no, hay que estar pendiente del móvil y de las redes, para ser educado y devolver las felicitaciones advenedizas. Las hay de una originalidad mastodóntica, de rimas temblorosas y de completa innecesariedad. También está el que amenaza con retirarle la palabra a quien no le devuelva el mensaje. Joder, qué gran favor me haces. Si lo llego a saber antes...

Prefiero las llamadas alegres y las respuestas frías, aunque luego la reprimenda por mi negatividad sea escandalosa. Y también innecesaria, o crees que voy a hacerte caso? Algunas de estas llamadas son las que te llevan en algún que otro momento a arrancar el cable del teléfono en cuanto entras en casa y permanecer oculto en la sombra hasta que se te pasa el siroco. Las llamadas siguen ahí, pero por suerte, hay quien coge el mensaje y se acaba largando a dar por el culo a otros lares.

Ah! Y las felicitaciones escritas en forma de díptico en el buzón, eso sí que no tiene pérdida. Pretendes olvidar la mala hostia de todo este tiempo y arreglar los problemas con un feliz deseo? De verdad? Y porqué no lo haces el resto del año, payaso? Si realmente puedo elegir cuándo ser más o menos cabrón, no voy a reprimirme estos días porque haya una tregua ficticia de la que todos estamos esperando salir y gritar aliviados que volvemos a estar como antes. Cada uno con lo suyo. Y fin. Feliz falsedad.

Ya puestos a soltar lastre, quiero mandar desde aquí un breve mensaje a Melchor, Gaspar, Baltasar, Papá Noel, Ratoncito Pérez, Uvas de la suerte, Cupido y hacedores de deseos varios. Lo que os pedí el año pasado me lo trajisteis por duplicado, sí, pero defectuoso en ambos casos. Creo que debían estar mal ensamblados, fabricados en China, o sencillamente, con piezas de menos. Puede que faltaran los tornillos que regulan el sentido común. Empiezo a dudar entre pediros algo este año o mandaros a tomar por el culo, aunque seguramente será lo segundo. No os culpo del todo, seguro que estáis muy ajetreados. No me culpéis del todo, perdí la ilusión hace ya mucho tiempo.

Ahora te toca a ti. Sólo tenía un deseo a cortísimo plazo. Un único puñetero deseo. Y me lo jodiste dos veces. No sé qué tal te sienta, pero intuyo que te da igual. A mi también, la verdad, porque en realidad salgo ganando yo.

Porque yo sí que me quedo conmigo.

Feliz soledad.

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