jueves, 18 de marzo de 2010

Sábado menos dos

Llueve. Nada en la tele. Ordenador; a ver si encuentro alguna que otra sorpresa. Así que deja que te cuente. O cuenta tu primero. No, mejor los dos a la vez. Sabes qué: te voy a ver. Sorpresa. Y el pulso, más rápido que el último AVE del día.

Sigue lloviendo. Buen recurso para acercarnos. Lo mismo que la música, demasiado alta. Si te despistas, te muerdo. Si me despisto, me muerdes. Se admiten apuestas.

Pasan las horas. Despacio. Creo que me he despistado. Los dos ganamos la apuesta. Por activa y por pasiva. Otro despiste, más largo. Otro más. Y otro. Ideas, música, palabras, besos, respiración agitada y luego, silencio. Sólo el tic-tac de un reloj de pared y el resplandor de un televisor enmudecido. Mi mano, en tu espalda. Tu caricia, en mi pelo. Susurros ininteligibles entremezclados con suspiros alados, revoloteando a sus anchas por tu habitación. La banda sonora, entre el Imagine y el Run run. El decorado, desde Tavertet a Egipto, pasando por Brasil, con escala en tus labios. Por no hablar del fin de semana en tu melena, o agazapado en tu cuello.

Y la declaración de intenciones de Paul.

No more lonely nights.

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