sábado, 7 de febrero de 2009

Amor de madrugada

Anoche volvieron a sonar las tres de la mañana. Cualquier noche de estas, sale el sol. Por lo menos he conseguido desintoxicarme de la teletienda y de los nuevos programas que te prometen miles de euros si aciertas un nombre de mujer de cuatro letras empezado por "M".

En su lugar, el bisóñé de una especie de psicólogo contrarestó la extrema sosez del presentador de un debate sobre amor y amistad. Debate que fué en realidad un conato de monólogo, síntoma de la falta de relaciones sociales del propio moderador. Si las tuviera, tal vez no trabajaría de noche.

Los dos momentos álgidos fueron, primero, al comparar la amistad con una copa de buen tinto contra litros y litros de vino peleón. El segundo, no por ello peor, cuando definió "amor" y "amistad". "Amor", dijo, es levantarse por la mañana o a medianoche, y decirle a quien duerme a tu lado que no concibes la vida sin su presencia. "Amistad", por otro lado, convertir en eterno lo pasajero.

Ambrose Bierce dijo de la amistad que era un barco lo bastante grande para llevar a dos cuando hace buen tiempo, pero sólo a uno cuando empeora. Y definió "amor" como locura temporal que se cura con el matrimonio o alejando al paciente de las influencias que le hicieron sufrir el trastorno.

Con un mínimo esfuerzo se pueden fusionar todas las definiciones y acostarse un poco menos triste. Siempre se esta a tiempo de tirar a alguien por la borda y de acabar loco de atar. Aunque sea una de esas locuras que luego no te dejan ir marcha atrás. Mejor. La marcha atrás nunca ha sido fiable.

Pero me apasiona más el reto de eternizar lo pasajero de la vida con tu presencia.

Sobretodo si puedo despertarte con un susurro para decírtelo.

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