domingo, 22 de febrero de 2009

Sueño

Al despertar esta mañana y alargar el brazo he notado con desesperación que, una vez más, no estabas ahí. He abierto las persianas decidido a encontrar algún rastro tuyo; alguna prueba fehaciente de que has estado aquí a mi lado. De que no lo he soñado.

He trastabillado por toda la casa buscando algún indicio. Pero todo ha sido en vano. Y el sol se ha escondido tras una gran nube. Otra vez. Y sigue lloviendo.

Te sueño a todas horas. De día, de noche, en tu cama y en la mía. Te sueño, mientras siento tu respiración. Te veo a través del espejo. Te observo, recordando el aroma de tu piel. Te veo. Y te alejas.

Me cuelo en tus pesadillas para echar a los dragones que te retienen. Me infiltro en tus dulces sueños para arroparte y darte un beso de buenas noches.

Duermo en tu rincón, deseando que aparezcas con una caricia en las manos o en los labios. La misma caricia que me desvela noche tras noche, minuto a minuto.

Y a pesar de tu ausencia, siempre amanezco a tu lado.

jueves, 19 de febrero de 2009

El canto de la Sirena

El otro día me llamó una sirena, preocupada porque su canto había enloquecido a medio mundo sin ella querelo. Le tuve que explicar que es frecuente que hasta los lobos de mar con más tablas puedan quedar prendados ante algo así. Pero no sé si llegué a convencerla ni un ápice.

Es normal que esté así; viviendo en el fondo del mar, todo está oscuro. A veces, pequeña, hay que salir a la superficie y echar una ojeada a tu alrededor. Y aunque te parezca que estás sola en medio del océano, si te fijas verás que hay más de una sólida roca, viajera tal vez, a la que poder asirte. Úsalas. Igual te sorprendes al encontrar a sus misteriosos habitantes cantándote a ti para variar; para que olvides, aunque sea sólo por un momento, la oscuridad del fondo. Más de uno querrá y podrá acompañarte hasta la siguiente estación. No tienes más que seguirlos.

No sufras más si te tropiezas con tu propio aleteo. En el peor de los casos, puedes abandonar por un tiempo las frías aguas, calzarte unas all stars y entrevistar a quien te encuentres por la vida. Y te darás cuenta de que tus cantos no suenan solos, de que cualquier susurro te puede hipnotizar y llevarte a donde tu quieras ir, no donde te quieran llevar los gritos desesperados. No los escuches porque no sirven para nada más que no sea hundirte en el agua y no dejarte soñar. Y soñar con caminar es el más dulce sueño de cualquier sirena. Siempre hacia adelante.

Y si aún así no amanece, no te preocupes. Yo he descubierto en mis viajes siderales que incluso de noche puede salir el sol para acariciarte un rato e iluminar, mientras te haces la dormida, tu sonrisa perdida. Cógela con fuerza y no la dejes escapar. Una sirena sin sonrisa es como una noche sin luna; bonita, sí, pero sin esa inspiración que te vigila y te cuida en medio de la noche.

Sonrie.

Te sienta mejor que llorar.

martes, 17 de febrero de 2009

Sobre alteraciones psicotrópicas y pajas mentales

Si tu afición favorita es pasear por los tejados como Batman o Spiderman, en lugar de por la calle, como la gente normal, tienes un problema. Pronto te puedes dar cuenta de lo que cuesta bajar de ahí. Sobretodo cuando tu mejor compañía eres tu mismo y no tienes al alcance ninguna mano amiga. O un tiro de gracia.

Eso pasa cuando te da por alterar a tu antojo el centro del placer de tu disco duro y confiar en llegar de una vez por todas a algún horizonte más o menos lejano. No te esfuerces. El horizonte se divierte a tu costa, alejándose mientras tu tratas de acercarte. Y si consigues alcanzarlo, luego qué? Habrás disfrutado en el camino? Espero que sí, o realmente no habrá valido la pena. Lo siento por ti, compañero, esto funciona así.

No pierdas más tiempo invirtiendo en quimeras de todo a cien. Salen defectuosas, sin excepción. Cuando te armas de paciencia esperando un click hacen clack, y ya la tienes liada. Además, no te aceptan la devolución. Es una tortura, porque luego la tienes que llevar a cuestas y no hay Belerofonte que valga.

Pero no desesperes, no todavía: siempre te queda la poesía urbana. Esa en la que solo tienes que rendir pleitesía a tu autóctona soberanía. Esa con la que dar rienda suelta a tus idas y venidas, y a algún que otro brote de autocomplacencia, situándote como espectador de tu propia película de aventuras.

O también puedes dedicarte a jugar a ser humano, convirtiendo lo más banal del día a día en algo que te puede dar una clase magistral del plan de vidas de los gatos. Igual aprendes a caer de pie. Aunque así volverás a rondar las azoteas, intentando llegar a acariciar a la luna y maullarle cuando no te haga ni caso. Tu eliges. Yo ya lo he hecho.

Me quedo con la luna.

domingo, 15 de febrero de 2009

Buscando a Nemo

No me encuentro. No lo consigo. Me he buscado por todas partes pero, oye, no hay manera. Me he mandado mensajes cortos, correos largos y llamadas perdidas. Pero no aparezco. Ya no se donde buscarme. He puesto carteles en toda la calle, por si alguien me reconoce y hace el favor de encontrarme, y aun no ha llamado nadie. Es que no hay nada como estar desconectado de todo y no hacer ni caso a los golpes en la puerta. Como el timbre tampoco funciona. De hecho, no ha funcionado nunca. Además, es preferible oir los golpecitos acompasados con el ánimo de cada uno.

Así que no sé. Tendré que ir a la tele, a ver si en alguno de estos late shows de última generación me encuentran. Aunque parecen una mezcla de películas gore y thrillers psicológicos. No, no, nada de eso. Probaré con el método tradicional: preguntar a mis vecinos. Ninguno me ha visto en cuatro años, pero igual a alguno le sueno.

Mejor aún. Intentaré con el Facebook. Ahí hay fotos y puedo preguntar abiertamente si alguien me ha visto en algún lado. Algo habrá que hacer antes de que llegue el lunes y tenga que llamar a mi jefa para decirle que estoy desaparecido y que no me encuentro. Puede ser realmente dramático. Aunque no espero lágrimas ni desesperación. Con un vulgar "ok" me conformo. Y luego que se pongan todos a buscarme, a ver si tienen más suerte que yo.

O, puede alguien llamar a alguna patrulla de rescate? Con los sabuesos olfateándolo todo, a lo mejor encuentran pistas y consiguen hallarme.

Donde me habré metido? El mundo es tan grande y peligroso que puedo haber caido en un pozo sin fondo de esos que absorben hasta el eco y por mucho que grite, nadie se entera. Y claro, ahí dentro no hay cobertura. Maldita suerte la mía.

Podría probar por carta, como se ha hecho toda la vida. Pero el correo va muy lento. No, es mejor usar la red; kilómetros y kilómetros de cable conectando lo inconectable por doquier. Que maravilla. Estoy decidido. Voy a conectarme a todas partes, a ver si así consigo encontrarme. Estaré en todas las redes de comunicación virtuales, esperando ser recuperado del ostracismo en donde sea.

Porque, alguien me habrá visto, no?

Y si no, que más da. Ya apareceré en un momento u otro, por aquí o por allí.

O en ninguna parte.

sábado, 14 de febrero de 2009

Umano sin Hache

No se si es el instinto de supervivencia o la más pura estupidez lo que me lleva al olvido. Tal vez sea que no me quiero dormir sin saber un poco más que hace un rato. Como si no lo supiera ya. Como si no se me hubiera pasado por la cabeza imaginármelo.

Me pregunto cada minuto las razones que hacen tan difícil no estar cerca de ti. Trato de abrir las puertas de acceso prohibido y lo único que puedo encontrar son sombras que no puedo disolver. Por mucho que lo intento no puedo más que agotarme a mi mismo y agarrotar los puños con la rabia contenida por no poder gritar.

Solo tengo una mirada. Un aspecto. Una intención. No ando por la vida disfrazándome de lo que no quiero ser. Y no puedo fingir el pavor que supone el echarte de menos por la mañana al no sentir la caricia de tu pelo en mi cara al levantarte. Tengo qué decirte y no puedo encontrarte. Nunca lo consigo.

Y sigo aquí, intentando arrancar las anclas que fondean en el océano más oscuro del mundo. Pero no puedo. Estan enterradas en lo más hondo. Y lastradas, para que cueste más moverlas. Para que solo los elegidos puedan saber donde tocar para soltarlas. Me pregunto si yo lo soy. Si lo puedo ser, más bien.

Queda el consuelo de estar cerca, aunque sea a base de trasnochar para ver que cara tiena la luna. La buena o la oculta. O las dos a la vez. Es la única manera de sentirse humano, aunque el sentimiento duela.

También está la posibilidad de pasear un rato por el olvido, tan cercano como anda siempre. Aunque ello suponga una pizca de tristeza, una cucharada de soledad y 25 miligramos de nicotina en vena.

Tal vez sea que vale la pena.

domingo, 8 de febrero de 2009

Preludio de tu beso

Si crees que esto te va a sentar mal, deja de leer ahora. Pasa página.

Si no estás segura de que tus sentimientos permanezcan intactos, que se puedan ver alterados en contra de tu propia voluntad, para. Agarra el mouse con fuerza con las dos manos y, pese a tus ganas de seguir, presiona la crucecita para cerrarme, para no verme más, y a otra cosa. No me enfado. Sin acritud.

Porque te voy a dar un beso. Estás avisada.

Siempre es mejor sin avisar, dicen que es más bonito, más tierno. No sé. Así no reaccionas. Te aviso para que lo temas y lo desees a la vez. Te aviso para que estés preparada cuando veas en mi mirada que va a ser ahora. Quiero ver esa reacción en cadena en ti. Quiero ver cómo se te dilatan las pupilas, se te acelera el corazón y te tiemblan las manos. Quiero sentir ese aliento temeroso por la cercanía de lo inevitable.

No puedes huir. Sabes que es inútil. La futilez más grande del mundo. No puedes seguir escapando. Y yo no puedo seguir evitándolo.

Pero no temas, pequeña. Lo haré con cariño y será sincero, porque lleva esperándote mucho tiempo. Tiempo que sigue huyendo, consciente de que tarde o temprano tendrá que ceder ante la insistencia.

Y te gustará. Lo adorarás. A nadie le amarga un dulce, dicen. Pero es peligroso. A lo mejor te cambia la vida y nada vuelve a ser como antes. Te arriesgas a que sea mejor. Si quieres. Triste, lo sé, pero sincero como este beso.

Espero que estés lista.

Ahí va.

sábado, 7 de febrero de 2009

Amor de madrugada

Anoche volvieron a sonar las tres de la mañana. Cualquier noche de estas, sale el sol. Por lo menos he conseguido desintoxicarme de la teletienda y de los nuevos programas que te prometen miles de euros si aciertas un nombre de mujer de cuatro letras empezado por "M".

En su lugar, el bisóñé de una especie de psicólogo contrarestó la extrema sosez del presentador de un debate sobre amor y amistad. Debate que fué en realidad un conato de monólogo, síntoma de la falta de relaciones sociales del propio moderador. Si las tuviera, tal vez no trabajaría de noche.

Los dos momentos álgidos fueron, primero, al comparar la amistad con una copa de buen tinto contra litros y litros de vino peleón. El segundo, no por ello peor, cuando definió "amor" y "amistad". "Amor", dijo, es levantarse por la mañana o a medianoche, y decirle a quien duerme a tu lado que no concibes la vida sin su presencia. "Amistad", por otro lado, convertir en eterno lo pasajero.

Ambrose Bierce dijo de la amistad que era un barco lo bastante grande para llevar a dos cuando hace buen tiempo, pero sólo a uno cuando empeora. Y definió "amor" como locura temporal que se cura con el matrimonio o alejando al paciente de las influencias que le hicieron sufrir el trastorno.

Con un mínimo esfuerzo se pueden fusionar todas las definiciones y acostarse un poco menos triste. Siempre se esta a tiempo de tirar a alguien por la borda y de acabar loco de atar. Aunque sea una de esas locuras que luego no te dejan ir marcha atrás. Mejor. La marcha atrás nunca ha sido fiable.

Pero me apasiona más el reto de eternizar lo pasajero de la vida con tu presencia.

Sobretodo si puedo despertarte con un susurro para decírtelo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Shhhhh

El silencio te acompaña, te sigue, te espera. Siempre está ahí,aunque tu no lo veas. Aunque sea el amigo más infiel, cuando ves que te abandona.

El silencio es la pausa entre cada latido de ese maltrecho corazón, abatido por su propio pálpito. Es el tiempo que pasa entre cada llamada, cada suspiro, cada caricia o cada lágrima; o en el peor de los casos, entre cada corazón roto.

Es el respiro entre cada palabra, cada pensamiento que se graba en un papel, atormentado por no poder gritar. Es el trueno demoledor que te hace desear no haberlo provocado; el ruido ensordecedor que presagia un nuevo fin.

Es la última pincelada la que embellece el cuadro; o ese rayo de luz que se posa en tu rostro en mi fotografía, la misma que silencia su propio esplendor.

Es ese amigo que te engrandece el alma cuando está a tu lado, y te la parte en dos cuando se va.

En silencio.

lunes, 2 de febrero de 2009

Nicht bedecken

Los pensamientos profundos han vuelto. Menos mal. Empezaba a creer que tendría que recurrir a algún profesional de estas cosas de la cabeza o, en su defecto, a alguna secta. Ya estaba agonizando en el sofá pensando en lo que no pensaba mientras veía otro de esos aburridos resúmenes deportivos. Temblaba de pavor, echándolos de menos. Pero ahora ya vuelvo a nadar entre gaviotas desterradas, aunque sólo yo sepa lo que es eso. Y para qué sirve.

Es una buena terapia contra el estrés, el dejarse llevar por esos pensamientos hasta altas o bajas horas de la madrugada. Es una cura del alma, un buen examen de conciencia y una ducha de sinceridad sin bótox, todo a la vez. Y uno se siente como un niño, mecido en la cuna, efervescente con las sensaciones que le invaden. Embriagado de poder e inofensivo hasta la medula.

Son como la fotografía difusa de las imágenes de tu alrededor, esa que te da la impresión de que está borrosa, aunque nadie más se dé cuenta. La misma instantanea de un dedo tatuando un corazón en el vaho de la luna del coche mientras los Beatles suenan al ritmo de las gotas de lluvia que amenizan el ambiente. Son las imágenes que quedan grabadas a fuego por todas partes, componiendo una sinfonía de recuerdos imborrables, las que dan paso a pensamientos para el olvido. No sea caso que vayan a perderse y no encuentren el camino a casa.

Pero sé que aunque se pierdan, siempre acaban volviendo. El olvido no sería lo mismo sin ellos. Siempre vuelven, cuando menos te lo esperas. Como todo. Todo vuelve cuando piensas que no es posible. Incluso cuando no quieres, vuelve. Y luego arde, y ni siquiera las discusiones con las almohadas que te acompañan es tus dulces sueños son capaces de exhalar un anhelo de esperanza para poder lidiar con todo. O con algo, almenos. Todo vuelve y, a veces, ensombrece el camino de tal manera que es como luchar a pelo contra un tsunami. Aunque en realidad, la oscuridad que lo envuelve todo no es más que una luz cegadora que tampoco te deja ver. Con la diferencia de que la luz no te deja abrir los ojos y ver lo que no quieres ver.

Pero al final, lo que importa es quedarse con los pensamientos y no tener que elegir entre los buenos y los malos. Tal vez valgan ambos. O almenos, me gusta pensarlo así. Al fin y al cabo, buenos o malos te acompañan y te abrazan a lo largo del camino, y siempre puedes sacarles algo bueno. Por malos que sean.

No es un orgullo.

Ni siquiera un consuelo.

Pero lo quiero así.