lunes, 29 de junio de 2009

Yo pienso, tu piensas, ellos miran

Pensar es una actividad que a un gran porcentaje de la población puede resultarle completamente anodina. Falta de práctica, seguramente.

Al minúsculo grupo que practica tal actividad se le puede preguntar por sus reflexiones y/o deflexiones en cuanto apagan la cpu y se dedican a relacionarse. Muchos hablarán de las maravillas que les genera el perderse hacia dentro. Otros, hablarán de la necesidad de reiniciar el procesador después de que la sobresaturación de pensamientos cuelgue la máquina. Esto ocurre siempre que se deja volar la imaginación demasiado lejos y no ves donde están los límites. La mente consciente procesa 16 bytes de información por segundo, la subconsciente, 11 millones. Es sólo un dato, por si interesa.

De hecho interesa; ahora muchos entenderán a que vienen los bloqueos cuando hay demasiados programas en marcha. No hay que forzar la máquina, es muy sensible. Cualquier golpe de nada puede provocar un derrame de piezas más incontrolable que el Tetris en nivel experto. Y te quedas en blanco, sin saber qué hacer o qué decir. En ese momento es cuando a los no-pensadores (sí, a ellos también les puede pasar) se tiran a lo que mejor saben hacer cuando les sobreviene una caída de tal calibre: beber para olvidar.

A los que se consideran pensadores les da por lo mismo, y por fumar cosas raras y, a veces, hasta por escribir en un bloc lo primero que les viene a la cabeza. Porque, eso sí, después del cuelgue, a reiniciar y volver a empezar. Les da por escribir y escribir y escribir un montón de palabras que, bajo su a menudo aparente inconexión, esconden el código secreto para descifrar tantos y tantos terabytes de información almacenada que siempre llevan al mismo lugar. Siempre al mismo reducto solitario donde el olvido es el único cómplice que te sigue donde vayas y te cuenta que no eres el único en esconderte en las entrelineas para no ser visto, aunque a veces se te escape algo, y te recuerda que....

Bueno, simplemente, te recuerda.

Después de leer esto, más de uno entenderá porqué pensar es una actividad que a ese gran porcentaje de la población puede resultarle completamente anodina y no la practica.

domingo, 28 de junio de 2009

Lost in....

No hace falta un diccionario de traducción Realidad-Virtualidad para descifrar los ignotos significados de la vida y de como uno puede estar perdido. En ti, in translation, en el monte o en el paraiso, lugar al que, aparentemente, no puedes acceder sin un buen par de razones. Curiosamente, razones es lo que siempre sobra para comprar un vale para un día completo en ese maravilloso (?) lugar del que todo el mundo habla aunque nadie ha estado.

El paraiso debe tener tantas descripciones como habitantes de este a veces triste lugar al que llamamos mundo. Todos queremos estar perdidos en él, y es por eso que creamos un idílico remanso de felicidad idealizada para luego darnos un tortazo de realidad y así poder renovar el estancado contenido del lacrimal. Cada uno se apaña con su desdichada alma en pena para encontrar un único motivo para humedecerse los ojos desde dentro y luego poder, disimuladamente, pasar la mano alrededor, como si nada hubiese ocurrido, sin darte cuenta de que siempre que estás así, se te enrojece la nariz. La paradoja es que sólo derramas agua salada delante de quien tu quieres que la recoja, y esto es un hecho contrastado y debería ser asignatura obligatoria en todos los institutos para que, llegado el momento, sepas qué hacer. Para muchos es un momento violento en el que la primera reacción es meterse las manos en los bolsillos del pantalón y mirar hacia otro lado. Si ocurre eso, date una colleja; te has equivocado de limpia-lágrimas. En cambio, si la situación se soluciona con un abrazo, una sonrisa o una simple caricia, date un beso, porque habrás acertado. Es difícil encontrarlo, lo se, pero puedes seguir rascando, hay miles de premios.

Pero no quiero frivolizar. Si se te ha caido una lágrima es por algo, y yo estoy aquí dejándome llevar por la emoción de quien ha descubierto que Dios no existe. Toma mi abrazo, mi sonrisa o mi simple caricia. Todo para ti. Todo mi cariño, para que lo cojas cuando quieras o cuando te haga falta para secarte los ojos y humedecerte el corazón con mi triste alegría.

No te sepa mal dejar caer tus lágrimas en mis manos. A mi no me importa; aguantaré, si eso te sirve para acabar el día sonriendo. Y sin estar perdida.

Prometido.

Y esta promesa no es de las que no valen nada.

jueves, 25 de junio de 2009

Miedo por ti

Decía el filósofo que todo lo que hago, lo hago por ti. Es una certeza inherente al propio hecho de estar ahi, expectante, deseoso de cualquier gesto o mirada que implique un viaje de ida y vuelta al cielo de tu boca.

Tal vez sea un ideal romántico, como tantos otros. Luchar por ti, mentir por ti, morir por ti. Podría llenar mil poemas con absurdas promesas nostálgicas. También podría llenarlos con justificaciones y motivos para no seguir adelante, pero volvería a mentir. No hay nada que me sirva como excusa, nada que me haga cambiar de opinión, nada que me saque de la oscuridad. Nada que evite que tenga miedo por ti en cada momento de aislamiento en mi reducto de soledad, con la única compañía de tu recuerdo.

No puedo estar triste después de ver salir el sol durante tantos momentos. Sería egoista; hasta poco caballeroso. Si cierro los ojos, vuelvo a tu lado. Y si eso es así, es porque ya he estado ahí un buen rato, aunque nunca sea suficiente y olvidara decirte algo importante antes de darte un beso de buenas noches.

Lo peor de todo es que no te conozco. Aun. No puedo llamarte, porque no se tu número. No puedo mirarte porque no se cual es tu rostro. Solo te intuyo, escondida en alguna ciudad, esperando, como yo, aparecer tras una esquina y decir hola, te estaba esperando.

Pero recuerda.

Aquí, en el infierno, oigo tu voz.

domingo, 21 de junio de 2009

Una de indios

A ver que te cuento hoy. Una de indios, si te parece bien. Es que no me he puesto mucho y no me va a salir nada en plan poeta lastimado por tus negativas, herido de muerte el corazón y compungido el sentido común que, de tan anestesiado, ha pasado a mejor vida. Joder, si es que no puedo mentirte. Sí, me he puesto; me he puesto tres wiskis. Dame un segundo, que voy a ponerme el cuarto.

No hace mucho, un escritor decía en esa caja grande y plateada que habita en mi minúsculo comedor, que a él nunca le había hecho falta recurrir a ningún tipo de "ayuda" externa para escribir, y que se sentía orgulloso de ello (sic). Me hubiera gustado llamar al teléfono de aludidos y preguntarle sobre su falta de experimentación con las fronteras del cuerpo humano en los pequeños viajes siderales que más de muchos hacemos muy a menudo. También le hubiese recomendado escribir más y salir menos por la tele. De hecho, un escritor debería mantener un estricto régimen de anonimato y humildad y no estar en tertulias casposas, caducas. Estúpidas, al fin y al cabo. Que digo yo, que hay de malo en compartir actividades tan placenteras como tomarte una copa y escribir? O fumarte un cigarro (...) y escribir? Con el gusto que da dejar la concentración y ciertos sentidos racionales a un lado y dejar a la mente vibrar con su propia falta de cordura mientras teclea, o aporrea, el ordenador. Eso ahora. Antes se escribía con pluma y con hojas perfumadas con aromas de "O'd'ete". Malsonante, verdad? Te planteabas un tema, unos personajes y trenzabas su historia rebuscando en tu interior cualquier nota de discordancia con la realidad que te sobra alrededor. Que triste. La vida se ve mejor con otros ojos que no sean los tuyos propios y que no te dejen ver todo lo que no quieras.

Wow! (eso se dice mucho en inglés y además, mola). Se me ha caído la bebida alcoholica que estaba bebiendo, valga la redundacia, y tengo que ponerme a limpiar. Las cuatro menos diez de la madrugada. Ya limpiaré mañana. O sea, luego. Cuando amanezca, tarde, algún asturiano, acompañado de varios colegas de profesión, habrá vuelto a hacer el ridículo en las incomprensibles carreras de vehiculos de cuatro ruedas en circuito cerrado, yo recordaré que tengo algo que limpiar y, a la vez, que tengo que corregir varios errores ortográficos y tipográficos en cierto bloc olvidado.

Por cierto, a qué había venido? Ah, sí.

A contarte una de indios.

Si te parece bien.

jueves, 18 de junio de 2009

El malo de la película (con permiso, tronco)

Un 83 por ciento de la población cree saber siempre quien va a ser el malo de la película antes de que llegue el final. Y todos ellos se equivocan. El malo, es el maldito guionista.

Es él quien idea los finales en los que todo acaba bien y chico y chica se funden en un abrazo y en un redundante beso, como no, de película; la realidad es diferente. Muy diferente. Si no fuera así, los programas del corazón estarían repletos de historias de lo más inverosímiles sobre gente para quien, cuando todo estaba perdido, hubo un final como Dios manda: de película.

El guionista nos inunda los ojos con pornografía sentimentaloide e, idiotas de nosotros, compramos el pack completo para, acto seguido, descubrir que le faltan piezas y que has pagado con la vida por un cuento inconcluso.

Ese mismo guionista es el que nos vende una oferta de dos por uno en ilusiones frustradas que hacen que algunos corazones acaben agotados de tanto latir porque sí; y cansados de esperar una absolución que siempre tarda en llegar. Eso si en correos no se equivocan y se la mandan a otro.

Nos tiende una alfombra roja de sentimientos en donde sólo puedes estar como espectador, sin voz ni voto ni nada importante que hacer, porque no te han mandado la invitación ni un triste pase VIP. O sea, que no eres bienvenido. Por mucho que quieras entrar, no vas a poder. Pero no te preocupes; al final dejarás de insistir, porque aunque la paciencia es una virtud, no es infinita.

¿Qué preguntabas? Ah, sí, por el amor. Casi se me olvida. El amor es un juego para dos, en el que jugar sólo es tan absurdo como irte al cine sin acompañante e intentar saber quien es el malo de la película.

Y duele.

Mucho.

Lo suscribe un puto idiota incorregible.

jueves, 11 de junio de 2009

Cuando nada significa nada

Cuando te apetezca, mira en un diccionario, o en la wikipedia, si no tienes ninguno a mano, el significado de palabras tan antagónicas pero claras como contento o triste. Seguramente sus definiciones se ajustarán al estado de ánimo de muchos. Luego busca raro, mírate un rato por dentro y date por satisfecho por haber encontrado la esencia de lo que empieza a parecer una nueva corriente de pensamiento lógico negativista.

Todo sigue igual, como si nada; y una legión de promesas incumplidas te acompañan en el camino para recordarte que se han devaluado con el peso del día a día que, aunque parezca diferente, te lleva siempre al mismo lugar: a ninguna parte. Es como andar en círculos por un desierto sin ningún punto de referencia al que seguir para no perderte. Como una de esas pesadillas de la que te es imposible escapar. Como una tragedia griega.

Puede que estés en un estado de ánimo optimista por haber encontrado tu historia, pero sabes que acabarás luchando contra ella cuando no te satisfaga; o para convencerte de que no te va a satisfacer. Así puedes empezar a boicotearte, aún a riesgo de perder por KO en el primer asalto tras un par de hostias bien dadas. 

Si te sirven para quitarte las gafas de sol y ver la realidad con su gris natural, bienvenidas sean.

sábado, 6 de junio de 2009

Factores

De conversión. De producción. Ambientales, climáticos, bióticos, abióticos, sociales o físicos. O de riesgo. Incluso los pequeños factores que dibujan la delgada linea que separa la excusa del pretexto y de la explicación razonable. Factores que te llevan una noche cualquiera a algo inesperado e improvisado, pero que te hace sonreir un rato, como hacía mucho tiempo que no hacías. Esa pequeña diferencia estructural de tu jodido esquema matutino de levantarte y no saber hacia donde mirar, para parecer un poco menos estúpido que ayer al meterte en la cama, es lo que, finalmente, te hace sonreir. Tanto tiempo buscando esa sonrisa sincera y al final te das cuenta que estaba escondida en la guantera del coche, junto a discos piratas, la funda rota de la radio y un montón de papeles que siempre prometes ordenar pero para los que nunca tienes un minuto. Tampoco los usas, así que no vale la pena perder el tiempo.

Esta noche pensaba en el silencio que llena los espacios que dejan las melodías que, rato a rato, van llenando la existencia de unos y otros. En ese tono que consigue hacer de algunos momentos un eterno inolvidable. Y en la minúscula grandeza de poder disfrutarlo. En la alegría de ese lapso en que te olvidas de todo y empiezas una catarsis de la que no quieres escapar. Por mucho que te lleve a pensar en todo lo que no debas recordar ahora. Escucha. Cierra los ojos y lo verás más claro. Ya sabes que se dice por ahí que la visión está sobrevalorada. Y ahora dime, qué ves?

Mientras sigues buscando un poco de sentido a la vida, tómate un descanso y piénsate en un lugar sincero, donde nadie te moleste y te puedas contemplar de pies a cabeza. Si ves algo nuevo, felicítate. Si no, pues no.

Pero no desesperes, igual está escondido y te cuesta encontrarlo bajo tantas capas de autocompasión recrudecida y caduca.