jueves, 23 de abril de 2009

Desire

No digas nada, no vale la pena apagar el poema a estas alturas. No preguntes lo que ya sabes si no quieres que te conteste con ardor, pena y moratones en el alma. Conoces todas las respuestas, depende de ti escoger las que más te convengan para seguir ignorando lo evidente. Siempre ha estado ahí, al alcance de tu mano. Las oportunidades marcan a fuego nuestra vida, especialmente las que dejamos pasar como un tren de mercancias que parece que nunca se detendrá. No almenos en esta estación.

Te parezco triste? Pues te aguantas; haber llamado antes de venir. Sabias que estaba en casa, como siempre, y se te ha ocurrido darte una vuelta por el olvido, que bien. Que bonito. Que tierno. Pero, para que. A mi también me corroe el deseo y no voy recordándotelo a cada momento. Sobretodo cuando me acerco a tus labios y echo el freno de mano, por si acaso chocamos. Los accidentes pasan, cada vez más a menudo, y no se cuanto tiempo voy a poder evitar la colisión. Será que no quiero evitarla más.

No es culpa tuya; es de tus padres. Podías haber sido un niño, de tres quilos doscientos, al que le gustara dar golpes y jugar a fútbol. En vez de eso, eres una carretera de curvas vertiginosas por las que no se puede sentir más que pasión y ganas de. De lo que sea. De retozar encima tuyo, y debajo y al lado y junto a ti, amarrado a la cama, atado en el cielo, perdido en tus ojos, tumbado en tus labios, hundido en tu ser. Y sentir el dolor de la lejanía porque te has dado la vuelta y estás tres centímetros demasiado lejos. Alargar el brazo para acercarte más y más hasta que me falte el aire y no dejarte ir ni un segundo.

Pero que coño estoy diciendo. El whisky debe estar malo, lleva dieciocho años sin respirar y me habrá afectado los sentidos. Me adormece con cada pensamiento que te lanzo y me rebota con caras diferentes, comprensiones aturdidas por la indeterminación y la insoportable levedad de sentirte un momento y perderte durante horas o dias. Nunca es tanto, lo sé, pero lo parece y lo padezco. Con el frio que desprende mi habitación, aún me pregunto como hay quien se preocupa por el calentamiento global. Si abro la puerta, volveremos a tener una era glacial. Y será culpa de los dos, por seguir jugando a ser idiotas cuando el juego hace rato que ha acabado. Todo se ha ido y quedamos tu y yo, al abrigo de nosotros mismos, las miradas, las caricias y los abrazos interminables. Y los susurros cuando parece que queremos decir algo pero no nos atrevemos, y una evasiva aclaratoria acompañada con un nada, no he dicho nada. Todavía.

Pero pasa mujer, no te quedes en la puerta, que hace frio y hay algo importante que tengo que decirte. Como cada noche.

Adivina.

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