Al compañero de clase que pedía bolígrafos y se cabreaba cuando se los pedías de vuelta. Al que aprovechaba las clases de gimnasia para repartir.
A los garrulos macarras con motos con el tubo de escape reventao y el paquete de tabaco enrollado en la manga de la camiseta.
A todo aquel que repartía besos de Judas y te ponía verde cuando se daba la vuelta, aunque aún estuvieras cerca para oirlo.
Al que trataba de ridiculizarte y contagiaba la experiencia al resto.
Al incompetente que sufre orgasmos creiéndose superior cuando te entrevista para un trabajo y, especialmente, al que provocas un coitus interruptus cuando le contestas que prefieres valorar otras opciones no tan esclavistas, menos vejatorias y, por supuesto, sin borregos como él.
A las que tirabas los trastos tímidamente y te soltaban una retahíla de excusas de manual.
A la chica de tus sueños, la que se va a soñar con otro.
A quien dices te quiero y te contesta que hay que pintar el techo.
A la que sigues embobado y te utiliza como burro de carga.
Al hijoputa que te dió por apadrinar y que siempre se esfuerza en recordarte tus grandes éxitos.
Al amigo que te vende su disponibilidad 24 horas y siempre está apagado o fuera de cobertura. Al que coje lo que quiere y te pide intereses cuando tu necesitas tomar prestado lo que sea.
Al que trata de convencerte sin argumentos de que su opción es infinitamente mejor que la tuya.
A quien empieza a gestar un plan de privatización en cuanto te conoce.
A los que estan encantados de conocerse.
A todas las subclases de personas empeñadas en ponerte trabas o, directamente, hacerte la vida imposible: empezando por vecinos domingueros con canicas y martillos y acabando por políticos y gobernantes varios.
A todos los malos.
A algunos de los buenos.
Que os den por el culo.
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