Apenas te oigo. Tu voz parece lejana, casi inexistente. Acércate un poco más, sólo un poco. No quiero dejar de oirte ni un momento. A ratos puedo sentir tu cercanía en todas partes pero no alcanzo a verte lo suficiente como para regalarte una caricia. Déjame darte un abrazo, almenos; uno de esos, fuertes y cálidos, de los que no te depegarías jamás. Y si quieres te llevo, a cualquier parte, donde tu me pidas.
Tengo el sentido común anestesiado y el corazón en custodia compartida por todos esos momentos vividos. Acuérdate de ellos. Son los que me hacen levantarme a diario y mirarme con otra cara en el espejo. Son los que me llevan a escribirte verso a verso, acorde tras acorde. Cada palabra significa un mundo, cada nota, un desafío. Y todos te los doy, para que los sientas como los siento yo. Es lo que queda de mi, tras un puñado de noches en blanco soñando contigo o junto a ti. Es todo lo que puedo darte.
He robado el don de la palabra para hacerte llegar el mismo mensaje de cada noche. Me vale un "como estás" y hasta un "que haces". Pero no hace falta más. Es sólo tu voz, lo que quiero escuchar. Son tus supiros cuando te haces la cansada, y tu risa. Espero el momento de oirla una vez más. No, mejor todas las veces. Y también espero verte pronto. No aguanto ni un minuto más, y vuelvo a mirar tu foto.
¿Donde estás? No te encuentro, y la búsqueda empieza a convertirse en una utopía. Hazme una señal si vuelas por estos lares, a ver si puedo echarte un cabo y arrastrarte un poco contra corriente, para que veas que no es tan malo. Yo llevo haciéndolo toda la vida, y no puedo quejarme. Súbete conmigo, el camino será agradable, te lo prometo. Nosotros mismos lo haremos así, no importa como.
No tengas prisa.
Espero tu señal.
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