viernes, 28 de agosto de 2009

Volver

Si cierro los ojos veo el viento.

Si cierro los ojos acaricio la lluvia que golpea implacable las flores muertas que esperan en mitad de la carretera. Y leo libros no escritos, y escucho canciones no grabadas.

Si cierro los ojos, escucho el silencio; me dice que siga caminando hacia adelante, sin retroceder ni un paso. Que no me deje doblegar ni un ápice.

Si cierro los ojos, oigo canciones imaginarias que llenan de color el blanco y negro, pidiéndome que abra la puerta.

Si cierro los ojos veo como los restos del sol agonizante tintan de rojo lo que queda del día.

Si cierro los ojos.

Te veo sonreír.

domingo, 16 de agosto de 2009

Parte de cero

Esta es la historia de un vagón de tren cualquiera, en una tarde cualquiera. Es la historia de la indiferencia de parte de sus pasajeros frente a la indiferencia de la otra parte de sus pasajeros. Es el cuento de nunca acabar entre los transehuntes de la vida de otros que pasean por su propia existencia camino de ninguna parte. Es un acopio de miradas perdidas, entrecruzadas, interrogantes; quien será, como será, con quien será. Sólo. O acompañado. Ausente u omnipresente. Perdido y reencontrado. Enfermo y recuperado. Loco y desquiciado, al fin y al cabo. Habitante del vacío que provoca el silencio de una noche sin luna, solo roto por el latido incesante de unos ojos en busca de las estrellas.

Es un paseo por un mar de hojas secas que esperan un leve soplo de viento para echar a volar. Es una lucha constante para apagar fuegos con bidones de gasolina y evitar riadas desatando tempestades. Es una condena de arresto domiciliario que se acaba al tirar la puerta abajo de una patada, dejándola abierta para que corra el aire. O una botella vacía y unas gafas de sol tiradas sobre la mesa. Un entierro de viejos recuerdos que no sirven para nada más que para martirizarte con su constante repiqueteo. Una desintoxicación. Un formateo del disco duro y un volver a empezar de cero. Una reforma integral o, en su defecto, una mano de pintura.

Esta es la historia de un vagón de tren cualquiera, en una tarde cualquiera, que no puede parar.

Que no quiere parar.

sábado, 1 de agosto de 2009

Palabras 1 Silencio 0

Casi las tres de la mañana. Si sigo potenciando esta firme adicción a la teletienda voy a acabar convertido en profesor de spinning. Que gran deporte, si señor.

Tengo la sólida teoría de que si el sueño no aparece es porque, seguramente, aún no ha acabado el día y tienes que decir la última palabra. Y sin decirla, el día no termina, convirtiéndose en un espantoso bucle espacio-temporal, similar a un agujero negro que todo lo absorbe. Podría absorber todos los malos pensamientos, y así todos ahorraríamos en profesionales de salud mental. El caso es que hace ya varias horas que podría barra debería estar soñando con lo que voy a hacer en poco rato, y en vez de eso, veo como cada vez hace más calor, la televisión es más patética, y se me acaba el tabaco.

Y con todo, sigo pensando en esa última palabra del día. Conociéndome como me conozco desde hace tanto tiempo, más que una palabra, serán varias lineas. En fin, que el tema de la semana es el de los consejos. Recomendaciones de uso como las de los medicamentos, pero sin posología ni contraindicaciones. Decía Jorge que cuando te sientes abrumado y necesitas buscar el consejo de alguien, al escoger a ese alguien, automaticamente escoges el consejo. Las últimas investigaciones llevadas a cabo desde este mirador me llevan a concluir que, si escoges el consejo, no hace falta ningún tipo de consejero. Pero a Jorge se le olvida ese punto de humanidad en el que tu interlocutor se olvida de tus frecuentes brotes misántropos y pide dos cervezas más. No es consejo lo que buscas. Es sacar un partido positivo de la soledad, disfrutando de momentos improvisados en los que, por arte de magia, te encuentras más rodeado que nunca. Y hablas.

Hablar no es algo para lo que los animales fuéramos diseñados. De hecho, la biología nos ha enseñado lo estúpido del ser humano al querer hablar mediante un aparato que fue creado única y exclusivamente para engullir comida. No intentes hablar y tragar al mismo tiempo, me sentiría fatal ver que te has ahogado. Pero el habla es lo que nos diferencia del resto. Es lo que nos permite crear problemas para luego solucionarlos con total naturalidad y poder seguir avanzando. Eso nos convierte en lo que queramos ser.

Quizás sea cierto que no saldremos vivos de esta vida, y seguramente será todo culpa de Yoko Ono, pero por suerte nos siguen quedando las palabras.

Y eso no muere nunca.