martes, 10 de abril de 2012

10

10 centímetros me separan de tu cuerpo.
10 minutos de conversación. 10 metros hasta la puerta del coche, 10 metros de paseo a tu lado. 10 miradas a contraluz.

10 mensajes para empezar, 10 llamadas con tarifa reducida.

10 centímetros de aire entre tu boca y la mía.
10 semanas. 10 segundos para decir si. 10 canciones. 10 más. 10 abrazos de despedida. 10 más. 10 horas pensando en ti. Pausa para una llamada. 10 horas más.

10 te quiero. 10 te echaré de menos. 10 días sin verte. 10 días pensando en ti. 10 suspiros. Otros 10.

10 intentos de saltar a mis brazos. 10, de sumergirme en los tuyos. Que guapa estás hoy. Que ganas tenía de verte. Para una celebración de 10, 10 caricias. 10 besos. 10 abrazos. Espérame 10 minutos.

10 milímetros de tentación hasta tus labios.
10 días de autocompasión. 10 más de convencimiento. 10 metros para un café. 10 minutos, tienes prisa. Se alargan 10 más, ya no llegas. 10 abrazos. 10 milímetros y chocamos. Impacto. Tocado y hundido. 10 por 10 pulsaciones. 10 pensamientos para ti.

Cada 10 segundos.

Cada 10 momentos.

sábado, 28 de enero de 2012

Supernova

Creo que no hay día en el que no piense en aquella noche en la que me levantaste del suelo. La gente normal no actúa luego como lo hiciste tu. Seguramente, aquella noche cambiaron muchas cosas en los dos. A mi me hiciste recuperar parte de la fe perdida en la raza humana; en ti, tu sabrás.

Hay muy pocas personas que puedan llegar a ser capaces de penetrar esa barrera infranqueable que soy yo. He tardado mucho en ver que, poco a poco, habías encontrado una rendija para entrar sin sigilo. Has hecho mucho, muchísimo ruido, así que imagino que eso implica que no ha habido demasiada resistencia por mi parte.

Por cierto. Por si no te has dado cuenta todavía, has conseguido que me levante de la cama, busque lápiz y papel, y vuelva a escribir. Y a no dormir esta noche.

No tengo ni la más remota idea de qué decir, de qué pensar. Necesitas respuestas, y yo preguntas a las que responder. Llevo un rato tratando de recordar algo parecido a lo que has hecho hoy, pero no consta en la base de datos. Cuando hablo de lo que has hecho, también me refiero a lo que has dicho. Me siento muy culpable por, de alguna manera, haberte forzado a hacer algo que querías hacer pero no podías. Creo que no voy a olvidar la mirada que se te ha quedado después. Tus ojos, siempre brillantes, se han apagado por completo, y ahora me toca convencerte de algo para lo que no estás preparada.

Tal vez no debería haber estudiado lo que estudié, ni debería haber aceptado algún que otro trabajo; tampoco debería haberte conocido y no habría visto lo invisible. No he podido evitarlo. Lo siento.

Me gustaría pensar que te has dormido nada más llegar a casa, pero no dejo de imaginarte sentada en el sofá, sin quitarte el abrigo, mirándote las manos como si allí estuviera la respuesta a todo. Sí, estoy preocupado por ti, y por eso son más de las cinco de la mañana, sigo mirando si has contestado a mis mensajes y sigo preguntándome si estás bien. Es obvio que no, pero sólo lo quería saber. Y sólo lo sabré cuando te vuelva a ver.

Ha habido un momento, cuando estabas escribiendo tu metáfora, en el que he pensado en cómo te echaré de menos el día que sigamos cada uno con su evolución.

Sí, no debería haberte conocido.

Pero entonces, no sé quién me habría levantado del suelo.

lunes, 13 de junio de 2011

La historia más bonita del mundo

Has picado. Te has dejado engañar por una publicidad engañosa. Porque esto no es la historia más bonita del mundo. Es otra.

Es la historia de los que vienen y van, de los que están y no se dejan ver. De los que encuentras en lo alto del camino cuando estás a punto de tomarte un respiro y te da por mirar hacia otro lado, para no ver las nubes de la tormenta que amenaza con llegar. Y justo cuando empiezan a caer las gotas sobre tu cabeza ves con claridad el miedo a preguntar si es demasiado pronto para volver a empezar a caer.

Es la historia de una historia sin principio ni final, la que me cuentan los oídos sordos, la que me esconden los silencios cuando miro y no estás ahí. La historia de un regreso a ninguna parte de la mano de un tiempo que no pasa mas que en un recuerdo de algo que quedó encerrado en una habitación sin vistas. La de una espera sin sala, en el vacío que viene cuando todo acaba y que nos recuerda que no, aun no hemos aprendido a decir adiós, ni hasta luego, ni vuelva usted mañana, por favor.

Es la que se repite alguna madrugada cuando quiero no pensar en ti y apareces por arte de magia disfrazada de sonrisa en una foto que no sé si llegué a hacer. En algo que no dije. En lo que no escribí. O en lo que dejé de pensar por no pensar de más. Es buscar la inspiración en algún papel arrugado por el paso de los aburrimientos, y pensar que sí, que lo volvería a hacer. Volvería a decir menudo día de mierda. Volvería a pensar pero qué gran final.

Es la historia de esa canción que sé que te recuerda a mi y que me permito el lujo de escuchar cuando quiero acordarme de ti.

Una y otra vez.

Y otra más.

jueves, 14 de abril de 2011

Aprendiendo a construir un corazón

Hace un rato el aire fresco me golpeaba la cara y ha hecho que me olvide de la incursión no autorizada que has hecho en mis pensamientos esta semana. Debería denunciarte. No se si es que creías que no iba a darme cuenta, pero lamento decirte que no me importa. Bueno, no. No lo lamento. Y la incursión tampoco ha sido para tanto, y no han sido más que un par de días. Pero lo que si es cierto es que estar paseando con el viento soplando en mi contra ha sido más relajante que una docena de caricias tuyas.

En realidad, lo que más he pensado es en un concepto intocable y frágil, no porque se rompa, sino porque no existe más allá de los pensamientos de las buenas gentes que lo desean y lo buscan en cada uno de los rincones de sus sueños. Esos sueños acaban llevando a cada uno al lugar que le corresponde y les enseña que no vale la pena seguir teniendo miedo a nada ni a nadie. Morfeo se encarga de guiarnos en un camino de ilusiones por las que no hay que pagar peaje alguno. Y menos uno con un precio desorbitado. Sabes, es más fácil de lo que parece. Solo hay que dejarse llevar un poco por la marea, y acabas volviendo a la orilla desde donde ves con perspectiva el rompeolas desde el que saltaste sin pensar en el más que posible golpe contra las rocas. En los sueños, todo vale. Y todo se puede.

Entonces es cuando a mi se me ocurre hacer caso a mis viajes oníricos y salir de casa mirando al cielo en vez de al suelo. Si llueve, te das cuenta antes. Si hace sol, también. La luz se clava en los ojos y nutre de vida al corazón. El riego, por aspersión, que funciona mejor y no da dolores de cabeza. Alguna resaca que otra, pero nada grave.

Así que me voy con ese sueño que noche tras noche me alegra el día. Me voy con ese sueño que día a día me hace más fuerte. Me voy con esa fuerza que me obliga a ser valiente. Me voy con esa valentía que me hace querer soñar mi sueño favorito.

Ese sueño.

El que sigue intacto.

domingo, 6 de marzo de 2011

Imbécil

Dicen que la palabra crisis viene del griego, y que significa transformación. También dicen que viene del japonés, que une dos símbolos que responden a peligro y oportunidad. Sinceramente, no me apetecía escribir. No se si es todo por una puta crisis creativa, falta de inspiración o que no soy capaz de encontrar un sinónimo de imbécil lo suficientemente pulcro y refinado para soltarlo de forma subliminal. Así que me quedo con el original.

Los originales son siempre únicos y soberbios; son los que tienen más fuerza y empuje, además de ostentar, en su mayoría, el excelso honor de ser los primeros. Pero siempre hay alguna mala copia que se cuela como algo bueno. Ahí entran en juego los pensamientos. Los impuros no, esos se generan a base de muchas horas de porno. Me refiero a los que te entran en la cabeza cuando estás enrabiado, rebosante de ira o, en su defecto, cuando olvidas si la que tienes delante es la cuarta o la quinta copa. A veces igual te da por preguntar si aquel primer pensamiento al que te aferraste tenías que habértelo tatuado en la cara para no olvidarlo y no volver a caer en algún juego extraño de esos que acaban siempre mal. Si. Imbécil. Me encanta cómo suena la palabra. Sobretodo si la dices muy alto.

En realidad, si gritáramos más, a lo mejor no hacía falta tener que repetir las mismas putas frases una y otra vez, nos ahorrábamos saliva, tiempo, y hasta un poquito de orgullo. Es que esto, una vez lo pierdes, cuesta recuperarlo. A veces, el intento de hacerlo es tan inútil como pretender hablar sueco leyendo un catálogo de Ikea. Además, sigue siendo una pérdida de tiempo. Y falto de originalidad.

En fin, esto va a ser original sólo al cincuenta por ciento, porque como llevo varias horas escuchando la misma canción, me ha dado por hacerla más clara traduciéndola y escribiéndola aquí. Aviso, por si alguien pensaba que era original de este humilde imbécil, y le he cambiado la fuente. Esto es el tipo de letra, por si algún jugador de tercera se cuela por aquí y no sabe lo que es. Que constructivo es esto de la informática, coño.

Ahí va.

Cuando sueñas con el corazón roto
despertarse es la peor parte
sales rodando de la cama, caes de rodillas
y por un momento, en el que casi no puedes respirar
te preguntas, estaba realmente ella aquí?
está derecha en mi habitación?
No, no lo está. Porque se ha ido....

Cuando sueñas con el corazón roto
darse por vencido es la peor parte
ella te acoge, con tus ojos llorosos
y de golpe, tu tienes que decir adiós
preguntando, te puedes quedar, mi amor?
te despertarás a mi lado?
No, no lo hará. Porque se ha ido....

De verdad, tengo que caer dormido
con rosas entre mis manos?
Amor, las cogerías si lo hiciera?
No, no lo harás. Porque te has ido....

Cuando sueñas con el corazón roto
despertarse, siempre es la peor parte.

JM


Ahora toca despertar.

Aunque no esté listo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Feliz falsedad, feliz soledad

Me apasionan estos días de increíble amor fraternal en los que nos esforzamos tanto por hacer algo distinto a los trescientos y pico días anteriores: disimular.

No, no se trata del típico disimulo de quien se sabe culpable de haberse tirado un pedo en un ascensor delante de sus vecinos, sino de ocultar todos los malos humores y aparcar los critiqueos durante un rato. Se trata de divertirse buscando metáforas que nadie entiende para no quedar demasiado mal y que sólo parezca que tu caché de borde ha subido en los últimos doce meses. En la mayoría de los casos abres la puerta respirando profundamente y suplicas a los infiernos que alguna catástrofe natural te libre de los minutos de saludos y alabanzas, de los cómo estás y de los cuánto tiempo. Sí, mucho tiempo, un año exactamente.

Después vienen esas bonitas postales de brindis varios, pero eso sí, sólo con una mano. Con la otra sostenemos escondida en la espalda una Magnum del 44 lista para disparar el veneno acumulado en los últimos doce meses. Un simple disparo puede acabar con una familia entera en la página de sucesos, justo al lado de los esperanzadores mensajes navideños de presidentes, reyes o gobierna-nadas varios.

Hablando de mensajes. Cómo no, hay que estar pendiente del móvil y de las redes, para ser educado y devolver las felicitaciones advenedizas. Las hay de una originalidad mastodóntica, de rimas temblorosas y de completa innecesariedad. También está el que amenaza con retirarle la palabra a quien no le devuelva el mensaje. Joder, qué gran favor me haces. Si lo llego a saber antes...

Prefiero las llamadas alegres y las respuestas frías, aunque luego la reprimenda por mi negatividad sea escandalosa. Y también innecesaria, o crees que voy a hacerte caso? Algunas de estas llamadas son las que te llevan en algún que otro momento a arrancar el cable del teléfono en cuanto entras en casa y permanecer oculto en la sombra hasta que se te pasa el siroco. Las llamadas siguen ahí, pero por suerte, hay quien coge el mensaje y se acaba largando a dar por el culo a otros lares.

Ah! Y las felicitaciones escritas en forma de díptico en el buzón, eso sí que no tiene pérdida. Pretendes olvidar la mala hostia de todo este tiempo y arreglar los problemas con un feliz deseo? De verdad? Y porqué no lo haces el resto del año, payaso? Si realmente puedo elegir cuándo ser más o menos cabrón, no voy a reprimirme estos días porque haya una tregua ficticia de la que todos estamos esperando salir y gritar aliviados que volvemos a estar como antes. Cada uno con lo suyo. Y fin. Feliz falsedad.

Ya puestos a soltar lastre, quiero mandar desde aquí un breve mensaje a Melchor, Gaspar, Baltasar, Papá Noel, Ratoncito Pérez, Uvas de la suerte, Cupido y hacedores de deseos varios. Lo que os pedí el año pasado me lo trajisteis por duplicado, sí, pero defectuoso en ambos casos. Creo que debían estar mal ensamblados, fabricados en China, o sencillamente, con piezas de menos. Puede que faltaran los tornillos que regulan el sentido común. Empiezo a dudar entre pediros algo este año o mandaros a tomar por el culo, aunque seguramente será lo segundo. No os culpo del todo, seguro que estáis muy ajetreados. No me culpéis del todo, perdí la ilusión hace ya mucho tiempo.

Ahora te toca a ti. Sólo tenía un deseo a cortísimo plazo. Un único puñetero deseo. Y me lo jodiste dos veces. No sé qué tal te sienta, pero intuyo que te da igual. A mi también, la verdad, porque en realidad salgo ganando yo.

Porque yo sí que me quedo conmigo.

Feliz soledad.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Miedo (a S.)

Andamos masticando la tragedia en cada bocado de realidad que nos encontramos, justo después de perder de vista la percepción que nos mantiene equivocados.

Buscamos la ilusión desesperada en lugares inundados de placebos con sabor a mandarina, los mismos que nos llevan a pulsar un incesante control z. Exasperados, empezamos de cero. Otra vez. Lista vacía, totalmente en blanco. Un nuevo inicio desde la nada, sólo que con mucha más malicia, y muchísimo menos corazón.

Pero tampoco cedemos en la lucha por hallar lo que tantas veces llamamos normal, sin habernos tomado la molestia de definir normalidad. No existe, sólo es una adaptación actualizada de un deseo de año nuevo de un quinceañero que ha visto demasiadas películas. Que ha escuchado demasiados te quieros vacíos, cada vez más difíciles de creer. Son los mismos que triplican el valor del depósito de cariño de uno mismo, ese que ya casi no das a nadie por miedo a que lo destrocen en un millón de pedazos. Y luego convierte en inenarrables aquellos conocidos sentimientos que ya no quieres volver a soltar. Desconfías, pero te lanzas igualmente a brindar por el viejo conocido quien sabe. Y en tu triste despertar únicamente te encuentras con unas sábanas calientes y arrugadas por un hueco de aire frío que emigró al despuntar el alba. Te das un baño con las lágrimas que te quedan sin soltar y te preguntas si te dará tiempo a olvidar antes de volver a empezar, o si todo se irá acumulando hasta que no puedas más y no te atrevas ni a salir al balcón a airear la tristeza. El arresto domiciliario tampoco te servirá, lo sé por experiencia. Seguir igual, puede que tampoco. De esto no puedo hablarte tanto. Es una asignatura que yo mismo sigo suspendiendo.

Por otro lado, ya sabes lo que pienso, no dejo de repetírtelo. En el fondo, creo que también lo digo en voz alta para ver si, escuchándolo, me doy yo también por aludido. No somos como otras gentes vulgares que vienen y se van. Somos únicos en un universo de personas que no desisten en recordarnos que no estamos solos, y tal vez lo mejor que podemos hacer es darle un empujón a quien se ponga delante en ese afán por mantenernos aislados de nuestra propia felicidad, esa que no podemos ver porque siempre insisten en escondernos la verdad dándonos la vuelta de un manotazo. Dale tu misma la vuelta a tus fantasmas. Si les quitas la sábana, ellos se quedan en nada y tu tienes con qué taparte. Que les den.

Te devuelvo prestado algo que me dijiste hace unos días. Un tu vales mucho más que todo esto que me llevó a intentar sacar algo de provecho - aunque sea momentáneo - de los males, cada vez menores, que azotan mi existencia.

Hazlo. No te preocupes más por la prisa de encontrar lo que te está esperando. El destino siempre está un paso por delante nuestro, si no, no se llamaría así. Se llamaría trayecto.

Así que disfruta del viaje. Tómate algo, mira por la ventanilla y vomita en el lavabo si te mareas.

Pero insisto. Disfruta.

La vida es para vivirla.